¿Qué fue «Yo, Claudio»?
En 1976 la BBC produjo una miniserie (o serie de una sola temporada) de doce capítulos con el objetivo de adaptar a la televisión las novelas de Robert Graves «Yo, Claudio» y «Claudio, el dios, y su esposa Mesalina». El encargo fue a parar a las manos de Jack Pulman quien demostró a los defensores de la frase «el libro era más bueno» lo engañados que podían llegar a estar. Con esto no quiero decir que las novelas de Graves sean malas, al contrario, son obras literarias de alta calidad y muchos de vosotros seguro que las visteis de pequeños en casa de vuestros padres en forma de edición para «El Círculo de Lectores», lo que quiero decir es que el trabajo de Pulman fue excelso, no solo en lo referente a los diálogos y monólogos de los personajes, sino también en la gestión de los tempos, los espacios y las tramas que se desarrollaban durante la serie.
Su emisión original en la BBC fue un tremendo éxito, hecho que provocó su exportación a EEUU y posteriormente a todo el mundo. La revista Time en 2007 la situó entre las mejores 100 producciones de la historia de la televisión y la Academia Británica del Cine la califica como la doceava producción más importante de la historia de Gran Bretaña.
De qué iba «Yo, Claudio»
En la serie se nos relata en doce etapas la vida de Tiberio Claudio Cesar Augusto Germanico, Claudio para los amigos. Y es el propio protagonista quien, con el objetivo de dejar constancia de la oscura historia de su familia sobre papel, nos va desgranando etapa a etapa los detalles más importantes de su existencia, desde su nacimiento pasando por el rechazo de su madre, hasta llegar al día en que es proclamado emperador y posteriormente asesinado por su cuarta esposa Agripina la Menor (y tranquilos, que siempre hay algún exaltado, no os he spoileado nada, Claudio desde el primer episodio nos deja bastante claro cual será su final). La vida de Claudio se ve intensamente marcada por dos cosas:
- Las relaciones con sus familiares, relaciones que van desde el incesto y la traición hasta el asesinato y el adulterio. Unos angelitos vamos.
- Su discapacidad motriz y su tartamudeo. Claudio es un superviviente nato y durante toda su vida sabe cómo esconder su talento y su erudición detrás de su aspecto desgarbado. Esto le permite camuflarse entre todos y no destacar demasiado, pero a la vez estar atento, saber dónde y cuándo estar, y estar al caso de todos los intríngulis y conspiraciones que hay alrededor suyo.
«Yo, Claudio» arranca en el momento en el que el primer emperador, Augusto, ejerce su poder sobre Roma. Claudio se postula como defensor de la república, pero paradójicamente llegará también a ser emperador. A pesar de ello, en el fondo de su corazón él sigue siendo un republicano convencido y hará todo lo que está en sus manos para que tras su muerte se reinstaure el anterior sistema político.
El devenir de la vida de Claudio, y de hecho la serie en sí misma, da vueltas sobre cuatro personajes que, por pura maldad o por pura enfermedad mental sembrarán el terror en la corte romana. Estos son:
- Livia, la abuela de Claudio. A mi entender la más grande villana de la historia de la televisión. Su objetivo es el de que su hijo Tiberio suceda a Augusto como emperador, y en su empeño no se amilana ni a la hora de hacer envenenar a sus otros hijos ni a la hora de urdir conjuras dignas de una de las mentes criminales televisivas más malignas que he tenido el placer de disfrutar.
- Caligula, sobrino de Claudio. Un enfermo mental con delirios de grandeza metido a emperador, un niño caprichoso que no valora nada ni a nadie y que no le hace ascos a segar las vidas de los que se le cruzan en el camino solo por el puro placer de tener el poder para hacerlo. Se cree la encarnación del dios Zeus en la tierra y protagonizará algunas de las escenas más divertidas y a también las más aberrantes de la serie.
- Mesalina, la tercera esposa de Claudio. Una niña mimada con ínfulas de ninfómana desbocada. Tiene engañado y sometido a Claudio quien se postula como el único romano de la ciudad que desconoce lo zorra que es su mujer. Mesalina nos regala en pantalla las mejores escenas erótico-festivas de la serie (y sí, se le ven los pechos). Interpretada por Sheila White («Un astronauta en la corte del Rey Arturo«)
- Agripina la Menor, última esposa de Claudio. Madre de Nerón (otro zumbado al estilo de Calígula) y quien acabará con la vida de Claudio. Es quizá el personaje malvado con menos carisma de la serie pero merece su mención especial como desencadenante de la muerte de nuestro protagonista.
Algunas consideraciones personales
He tenido el placer de revisar la serie entera durante este mes de septiembre pasado. Y sin mentar si quiera lo que más adelante os explicaré sobre mis recuerdos sobre la serie solo puedo decir que me ha encantado. Se trata de una joya del entretenimiento visual que merece estar en un pedestal bien alto dentro de la historia de la televisión mundial. En una época, la actual, en la que parece que todos nos hayamos vuelto locos siguiendo mil y una series me da una rabia suma que generaciones y generaciones se estén perdiendo esta maravilla. Una maravilla que, por otro lado, sería totalmente imposible de realizar hoy en día de la misma manera que se hizo hace casi cuarenta años. ¿Los porqués? Los hay, y muchos. Para empezar seria muy difícil que una productora invirtiese dinero en una serie en la que los decorados fuesen tan paupérrimos, los vestuarios pereciesen sacados del bazar más tirado del barrio y que la acción y las peleas fuesen tan escasas y mal coreografiadas como fuese posible (vale, la BBC y algunas cadenas nórdicas quizá sí que podrían tener un espíritu más abierto a poner dinero para algo así… pero no para algo TAN así). ¿Dónde radica el secreto entonces de «Yo, Claudio»? Es más, ¿y porqué actualmente es imposible hacer algo así? En mi humilde opinión el secreto descansa sobre cuatro aspectos fundamentales: el maravilloso guión, la calidad de los actores, la calidad de los actores y la calidad de los actores. No, no, no me he realizado ningún error tipográfico, querido lector viejuno, he expresado lo que acabo de decir de la manera en que quería hacerlo.
Sobre el guión poca cosa se puede decir. Ya he comentado que me parece excepcional e incluso las elipsis que sobre la trama hizo Jack Pulman por la pura imposibilidad de rodar depende que acontecimientos (una gran obviada es la campaña militar en Germania), están solucionadas de manera excepcional. Los decorados son prácticamente iguales tanto si la acción se está desarrollando en los jardines del palacio imperial en Roma como si se desarrolla en el retiro de los emperadores en Capri, pero el espectador es capaz de identificar los lugares por la manera en que las acciones nos son presentadas a través de los diálogos. Es por eso que la serie supone a la vez un regalo a los sentidos y un reto para los mismos, obligando a quien está observando la historia a estar atento y alerta para disfrutar de la historia al completo.
Me gustaría destacar a tres actores que, brillando con luz propia, hacen sobresaliente a la serie:
- Derek Jacobi está inconmensurable como Claudio y con su interpretación de los tics del personaje y su tartamudez hace historia (imprescindible ver la serie en v.o. para apreciar al 100% su trabajo).
- Jonh Hurt borda al desquiciado Calígula y nos hace vivir momentos que pueden ir de la diversión al puro horror con solo un cambio de la expresión de sus ojos.
- Siân Phillips como Livia Drusilla nos enseña cuan malvada puede llegar a ser una persona y como toda esa dureza y menosprecio sobre la vida en pos de un objetivo egoísta se vienen abajo en el momento final de su vida delante del horror de ser olvidada, un horror que interpreta de manera superlativa la actriz inglesa.
Seré sincero, algún actor no llega, a mi entender, al nivel de estos tres, pero es que es muy difícil alcanzarlos. Por ejemplo, a Patrick Stewart (el capitán Jean-Luc Picard de Star Trek) lo veo muy sobreactuado en su papel de Sejano, algo que a lo largo de los capítulos el mismo actor va corrigiendo, pero que al principio es incluso un poco ridículo.
¿Triunfaría hoy en día una serie hecha de esta manera? Permitidme que lo dude. Estamos demasiado acostumbrados a que nos lo den todo bastante mascado, a que no nos tengamos que implicar para hacernos creíble una situación y que todo esto pase envuelto por una acción lo más trepidante posible. Lo queremos todo explicado y razonado después de haber pasado las historias por un triturador de papillas para el cerebro. Y además, cómo no, que cada capítulo tenga un buen cliffhanger, porque si no no nos motivamos para ver del siguiente. En «Yo, Claudio» no hay ni un solo gancho argumental para asegurar a nadie sentado delante del televisor la semana siguiente, en «Yo Claudio» la propia historia, de manera integral, es el gancho. Algunos capítulos son autoconclusivos, otros no y os aseguro que, como espectador, esta estructura un tanto «incierta» poco o nada me ha importado al volverla a ver. Actualmente, por desgracia, dudo mucho que nadie apostase por una producción así, una lástima.
Mis recuerdos
Siempre he alucinado con cuánto me marcó esta serie cuando la vi cuando era pequeño. De hecho pocos recuerdos tengo de cuando tenía cinco años (se emitió en TVE por primera vez en 1979), pero sí recuerdo muchos de los detalles de la serie. Para empezar los títulos de crédito iniciales… ¡me aterraban!. Esa serpiente de movimientos sibilinos desplazándose por las letras «I, Claudius» me provocaba un pavor que solo he vuelto a sentir cuando he revisado la serie. Y me consta que no soy el único al que le pasa algo parecido.
A esa edad yo tenía problemas de dicción y me tropezaba la lengua al hablar, que tartamudeaba un poco vamos (actualmente me pasa de vez en cuando pero solo después de ingerir cantidades ingentes de alcohol). Claudio era lo más parecido a un héroe de la tartamudez para mi. Si aquel señor con sus problemas conseguía ser el jefe máximo de todo un imperio, ¿qué no podría conseguir yo?
Recuerdo que toda la familia veíamos la serie. Y recuerdo momentos en que mi madre me hizo apartar la vista de la pantalla, y momentos en que reímos todos juntos. Caligula provocaba la mayoría de estas reacciones. La escena más divertida de la serie es la que el personaje de John Hurt cita a Claudio y a sus dos cuñados a las tantas de la noche en palacio. Los tres temen lo peor, que van a ser ejecutados, y se apiadan los unos de los otros mientras esperan al loco emperador. De repente Caligula aparece vestido de mujer, maquillado en exceso y bañado en polvo de oro, y ofrece una danza a los convocados. Esta es la escena:
Otro ejemplo es cuando Caligula presenta a su nuevo senador, su caballo Incitatus
La otra cara de la moneda de Caligula la podemos ver cuando este deja embarazada a su hermana. Temiendo que el fruto de la unión incestuosa sea más grande que él (recordemos que se creía Zeus, y nadie puede ser más grande que Zeus), ata a su hermana, le raja el vientre y devora al feto que extrae. Cuando al final, al salir de la habitación, en un momento de lucidez se da cuenta de lo que realmente ha hecho y le dice a Claudio que no entre, lo hace con una expresión que pone los pelos de punta a cualquiera «Don’t go in there, don’t go in there…»:
Otro momento que recuerdo, sin entender demasiado porque, quizá por lo que mis padres se llegaron a escandalizar, es cuando Mesalina, esposa de Claudio, reta a la más grande prostituta de Roma, Escila, a un tour de force para ver quién de las dos puede pasarse por la piedra a más nobles romanos en una sola noche. Mesalina gana de calle, pero muy de calle y Escila, derrotada y supongo que escocida, pronuncia la mítica frase: «Esta infeliz tiene las entrañas de acero»:
Coda final
Vista desde la distancia temporal de quienes la hicieron, interpretaron y, finalmente, visionaron, «Yo, Claudio» es por derecho propio un pilar fundamental de la historia del entretenimiento audiovisual, cuya influencia sobre muchas producciones posteriores ha marcado el devenir de la historia de la televisión. Las intrigas, el drama y la violencia implícita en las tremendas acciones parricidas que se relatan, y el rastro de muerte sangre y traición que hacen que finalmente Claudio, el inocente Claudio, acabe siendo emperador de Roma dejan a las historias de series actuales (en las que se acerca el invierno) a la altura de un capítulo de los Teletubbies.
Y vosotros qué viejun@s, ¿recordáis la serie? ¿la habéis vuelto a ver a posteriori? Contad, contad.
Tomad la medicación…