Productos alimenticios que fracasaron (y que seguro que ni echas de menos ni recuerdas porque eran pura ponzoña)

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Nuestra  memoria gustativa crea su impronta en nuestros recuerdos desde prácticamente el primer momento en que un alimento entra en nuestra boca. Lo que llegamos a sentir cuando después de mucho tiempo redescubrimos un sabor es algo que es difícil de expresar con palabras. Todos, absolutamente todos, tenemos aferrados a nuestras neuronas decenas de recuerdos gustativos que nos pueden transportar a un lugar o a una época concreta de nuestras vidas.

Pero no, hoy no vamos a hablar de esos gratos recuerdos. No, hoy no vamos a lamentar que el Tang ya no se encuentre en las estanterías de los supermercados. No, hoy no nos escandalizaremos con los componentes potencialmente cancerígenos de las Pepitas de Oro. No, hoy la nostalgia no nos va a hacer llorar añorando los 5 mejores pastelitos de la historia, ni los mejores helados, ni los chicles Cheiw Junior

Este no va a ser un post donde lloremos por los «Donetes nevados» ya que en Cataluña se siguen vendiendo, ni relataremos las bondades de la falta de azúcar y de cafeína del «Tab», ya que en Extremadura podemos seguir comprándolo. Ni nos rasgaremos las vestiduras por los desaparecidos «Doritos Rock&Cream» (los azules) porque por si no os habéis enterado los vuelven a comercializar: https://www.facebook.com/photo.php?fbid=314672825341422 (de nada ;-).

Hoy lo que vamos a hacer es dar las gracias a Dios, a Bishnu, a Belcebú, al Señor Oscuro de los Sith, a Spider-Man, a Superman, a David Hasselhoff o a cualquiera que sea la deidad a la que veneráis. Les daremos las gracias por librarnos de alimentos totalmente asquerosos que si algo hicieron con nuestra memoria gustativa fue pervertirla y destrozarla.

Bang Bang de chocolate

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Lo reconozco, tengo un problema con el chocolate. Me hace perder el norte. Cuando tengo chocolate delante me convierto en un ser compulsivo ausente de todo lo que sucede alrededor y todas mis (escasas) habilidades físicas y cognitivas se concentran en la ingesta desesperada del preciado oro negro (ojo, tampoco le hago ascos cuando es marrón o blanco) en cualquiera de sus estados: líquido, sólido o congelado. Esto me ha pasado desde siempre. Tanto es así que en mi casa la entrada de chocolate está restringida a unas cantidades muy moderadas y controladas en el tiempo. Pues bien, siendo tal mi adicción podéis haceros una idea de cuan ojiplático me quedé al ver en las estanterías del kisoko de mi barrio el nuevo gusto de BANG BANG. Si habían conseguido hacer maravillas como el chicle de fresa y plátano, si cada Bang Bang que te comías era una explosión de granos de azúcar en tu boca, si el chocolate era mi devoción… ¿qué podía ir mal? Os lo diré viejun@s: todo, absolutamente todo.

Recuerdo que no pude aguantar ni diez segundos masticado aquella mierda, porque el sabor de aquel compendio de sucedáneo de chocolate hecho con algarrobas mezclado con goma arábica no se puede definir de otra manera: una mierda, pero una mierda literalmente. Supongo que masticar un rezumante y reluciente zurullo de perro, de esos que te pueden alegrar el día al pisarlos, debe ser muy parecido a mascar aquel chicle de supuesto cacao azucarado. ¿Quizá Leo Bassi se inspiró en el Bang Bang de chocolate para su famoso número de coprofagia al grito de “El placer de comer mieeeeeeerda?» Como me ha sido imposible encontrar el video de tan magna actuación os pongo otro de La Polla Records (si os gustan no os perdáis ni este post ni este post) que expresa perfectamente lo que sentí con el asqueroso chicle:

Fanta sin gas

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Fue un verano del ochenta y algo. Estábamos de vacaciones en unas ya desaparecidas casitas que estaban en primera linea de mar de la localidad costera de Mataró. En otro lugar remoto, algún gran ejecutivo de Fanta había tenido aquel año la magnífica idea de sacar al mercado algo que según él (y supongo que según nadie más) iba a revolucionar el mercado de las bebidas refrescantes. Tuvo la impresionante idea de coger un producto muy bueno y sacarle una de sus mejores características. Le sacó el gas a la Fanta. Pero a ver hombre… ¿a este individuo nunca se le había quedado un resto de Fanta o Coca-Cola en la nevera del día anterior y se le había ido todo el gas? ¿No era algo totalmente asqueroso y desagradable aquel líquido cuyo símil más acertado sería el del agüilla que cae de una bayeta al exprimirla después de haber limpiado toda la cocina? ¿Alguien se bebía aquello?

por defecto 2014-05-30 a les 20.03.26

Recuerdo que lanzaron una campaña de publicidad basada en las bondades para la salud del nuevo producto. Y recuerdo que toda la familia picamos ya que en aquella época estábamos todos un poco pasaditos de peso. Nuestra carrera en pos de convertiríamos en mórbidos consumidores de refrescos carbonatados llegaba a su fin. Nos transformaríamos en apolíneos seres de torso esculpido a cincel.

Encontramos el nuevo producto en el supermercado, cuando llegamos a la casita de la playa lo pusimos en la nevera y horas después nos dispusimos a catarlo: al instante nos dimos cuenta de que una Fanta sin gas era algo repulsivo. Sus dos principales problemas, una vez probado el producto eran:

  • Beber agua de fregar los platos no es algo que te apetezca hacer por mucho verano que sea y/o por mucha sed que tengas.
  • En realidad lo que engorda de las bebidas refrescantes es el azúcar, no el gas. Y para compensar su asqueroso sabor la Fanta sin gas incorporaba ingentes cantidades de azúcar que la hacían mucho más calórica que su equivalente gasificada.

Jamás volvimos a comprar tal despropósito de producto.

Hace unos años años los directivos de Fanta volvieron a intentar lanzar el producto, creo (o como mínimo espero) que volvió a fracasar demostrando una vez más que el ser humano es el único imbécil que comete dos veces el mismo error. Quizá fuera una fórmula mejorada, quizá finalmente consiguieron copiar perfectamente a Trina (sospecho que esa fue la intención desde el principio) pero evidentemente no me atreví a probarlo.

Nocilla Instantánea (o Instant)

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Es difícil dilucidar qué fue antes, la Nocilla Instantánea o la Instant. De cualquier manera los ideólogos del producto deberían haber intuido que intentar emplazar un producto que compitiese contra los ya muy posicionados Cola-Cao y Nesquik era una misión abocada al fracaso desde el principio. Teniendo en cuenta que además su calidad estaba bastantes enteros por debajo de la de los otros dos, el destino de la Nocilla Instantánea estaba más que cantado: el ostracismo y el olvido.

Su gusto era terroso y asqueroso. Era como si no fuese capaz de disolverse bien y el resultado era parecido a tomarse un vaso de leche mezclado con arena de playa y tenía, igual que los Bang Bang antes reseñados, aquel sabor a sucedáneo de chocolate hecho con algarrobas, aquel gusto de los cigarrillos “de chocolate”, ¿sabéis?

Quizá para hacer la Nocilla instantánea utilizaron los Bang Bang de chocolate que tuvieron que retirar del mercado por su vomitivo gusto: los deshidrataron, los pasaron por un molinillo y los envasaron. Ya sé que es una teoría bastante absurda, pero de verdad, eran la misma basura.

Por casa hubo uno de esos botes y recuerdo que mi madre, delante de la negativa tanto de mi hermana como mía de consumir aquella bazofia, lo utilizó del tirón en una fiesta de cumpleaños que celebramos en casa a la que invité a media clase. Todos los vasos quedaron medio llenos, de hecho… casi llenos del todo. Por suerte no tuvimos que lamentar ninguna infección gástrica de importancia, sólo alguna que otra arcada de alguno de los invitados.

Además hay un detalle que me deja las posaderas torcidas. Fijaos en el anuncio de la parte superior. El eslogan reza: “Leche y… Nocilla Instantánea. La unión hace la fuerza.” Pero a ver, ¿la Nocilla no era ya LECHE, cacao, avellanas y azúcar? ¿Cómo algo que ya forma parte de una cosa puede hacer que su fuerza crezca exponencialmente? ¿Cómo se puede unir leche a la Nocilla cuando ésta es lo que es por definición precisamente por incorporar leche? Son cuestiones muy complejas y metafísicas que implican a la teoría de cuerdas, la del caos e incluso podrían desmentir la teoría de la relatividad general, y que dejarían muy loco incluso al mismísimo Carl Sagan.

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Nocilla instantánea es, para acabar, un claro ejemplo de que una buenísima campaña de márketing no es suficiente para vender algo que no vale un pimiento. Recuerdo que en el anuncio de televisión había una pegadiza frase que se llegó a poner relativamente de moda: “Te lo mereces… Nocilla Instant”. Incluso regalaban juegos magnéticos que todos los niños y niñas de la época deseábamos… pero lo dicho, ni toda esa buenísima publicidad consiguió salvar el producto.

¿Recordáis alguno de estos productos? ¿Os parecieron tan asquerosos como a mí? ¿Recordáis algún otro?

Tomad la medicación…