Por mucho que algunos de vosotros fueseis más de Commodore, Amstrad o MSX, seguro que a todos os suena el nombre del inventor de los ZX, una de las sagas de ordenadores personales más importantes de la historia: Sir Clive Sinclair. Este inventor londinense nacido en 1940 es uno de los pilares de la revolución de la informática doméstica que tuvo lugar en el último cuarto del siglo XX. A pesar de todo ello hoy no voy a hablar demasiado sobre el ZX80, el ZX81 o el ZX Spectrum a nivel técnico en ninguna de sus variantes, hoy os quiero hablar sobre lo que significó para mí el ZX y sobre algunos curiosos y visionarios inventos que este hombre ideó, materializó y comercializó en un tiempo en que, visto desde la distancia, el mundo no estaba preparado para muchas de las innovaciones tecnológicas que el ingenio de Sinclair tuvo a bien de inventar. Y, dicho sea de paso, con los que se estrelló estrepitosamente una y otra vez. He dicho que no hablaría demasiado sobre ordenadores a nivel técnico, pero no he dicho que no hablaría nada sobre ellos, así que para empezar aquí os dejo mi batallita de viejuno decrépito…
Corría el año ochenta y tantos cuando, después de insistir mucho, patalear más aún y ser muy, pero que muy pesado, mis padres decidieron comprarme un nuevo y flamante ZX Spectrum 48k, sí, el de teclas de goma. Evidentemente tal compra supuso un gran esfuerzo para mis progenitores, si no recuerdo mal, el ZX ya había bajado su precio original cercano a las 80.000 pesetas y en aquel entonces ya estaba sobre las 40-50.000, pero si el viejunismo os invade igual que a mí seréis conscientes de la cantidad de dinero que significaban tales montos en los ochenta. A parte, mi padre había conseguido un contacto en una de las míticas «tiendas del puerto” de Barcelona donde le iban a hacer un descuento por conocer a vete tú a saber quién. Para los que no las conozcáis, las tiendas del puerto de Barcelona fueron todo un referente en la ciudad en todo lo que tenía que ver con tecnología punta de la época a buen precio. Supongo que más de un contenedor de mercancías no pasaba por todos los controles aduaneros pertinentes y así, en las citadas tiendas, ofrecían productos maravillosos a precios imbatibles. Sé que también vendían oro y joyas, pero a mi todo eso no me interesaba… prefería un reloj Casio con termómetro a un lingote de oro, ¿era tonto? pues seguramente sí, pero también quizá más puro e inocente (qué bonito me ha quedado esto).
Bueno, que me enrollo como una persiana… Total, que una tarde cercana al día de mi cumpleaños fuimos toda la familia a la citada tienda a comprar lo que tenía que ser mi primer ordenador personal. Todo parecía ir como la seda, mi padre hablaba con el dependiente, yo miraba extasiado los modelos de muestra que tenían conectados a los televisores de exposición, mi madre miraba no sé qué otras cosas de la tienda y mi hermana pequeña no entendía demasiado qué hacía allí. Cuando de repente sucedió lo peor que podía haber pasado, el tendero dijo las malditas palabras: “No nos queda ninguno en stock, nos llegan la semana que viene”… ¿Qué?… ¡¡¿¿Qué??!! No podía ser… ¿estaba diciendo que no podría tener mi Spectrum hasta vete a saber tú qué día? ¿Esa misma tarde no iba a poder desempaquetarlo, montarlo e investigar cómo funcionaba? Me mareé, casi me caigo y al llegar a casa tenía fiebre… ese día mis padres y yo descubrimos mi pequeño problema con la ansiedad por tener y hacer las cosas de manera impulsiva, problema que con los años he conseguido controlar (casi siempre) pero que no he logrado erradicar de mi psique de todo.
Problemas psicológicos a parte, ya recuperado, la semana siguiente por fin tuve mi primer ordenador personal. Es muy difícil expresar con palabras lo que sentí al conectarlo por primera vez a la Telefunken PAL Color del comedor. Es muy complicado explicar de una manera entendible para los demás las ansias con las que devoré el manual de instrucciones. Imaginad lo perdido que iba al principio que pensaba que al cargar un juego de la cinta al ordenador después, de alguna manera, tenía que volver a pasarlo del ordenador a la cinta y me aterrorizaba poder perder para siempre el juego si desconectaba el Spectrum de la corriente eléctrica sin devolverlo a su ubicación original. Finalmente entendí que no hacía falta, pero recordad que en esos momentos no te podían ayudar ni los foros, ni la wikipedia ni las webs especializadas… o te espabilabas mediante el ensayo-error o lo llevabas claro.
A partir de ese día mi relación con mi ZX Spectrum fue a más y más… A medida que pasaba el tiempo necesitaba conocer más sobre su funcionamiento y encontrar nuevos usos y maneras para explotar todo su potencial. Cultivaba la paciencia esperando veinte minutos a que se cargase un juego mientras me deleitaba con el chirriante sonido de la carga… o a que el proceso de carga fallase y ver en pantalla el maldito “Load Error”. Aprendí lo que era el azimuth de un reproductor de cintas y cómo modificarlo con un pequeño destornillador para que un juego se cargase correctamente. Descubrí revistas maravillosas como Microhobby y Micromania con las que aprendía introducir interminables lineas de código durante horas para poder jugar a un juego. Explicadle a un niño de hoy en día que tiene que hacer algo durante 5 horas para conseguir jugar a algo… ¿adivináis dónde os enviará? Participé en algún concurso de programación musical pasando adaptando piezas de Pergolessi a las tres voces simultáneas que podía reproducir el ordenador. Cuando más adelante mis padres me compraron una impresora (una Amstrad matricial), al no tener ningún procesador de textos programé uno rudimentario para poder imprimir los trabajos de clase. A partir de la lectura de esas revistas que he mencionado antes es cómo conocí a Sir Clive Sinclair, el culpable de mi pasión por su invención.
Y a partir de conocer el inventor me interesé por conocer al personaje. No os voy a relatar su vida, para ello ya existen magníficos documentos audiovisuales como “Clive Sinclair, the anatomy of an inventor” realizado por la BBC en 1989 o el fantástico docudrama “Micro Men”, entre muchos otros. Pero sí que me apetece repasar algunos de sus inventos más emblemáticos, los cuales nunca pudimos disfrutar por estos lares, pero a través de los cuales sí que podemos ver la personalidad de un visionario al que la historia, o quizá la suerte, no le ha reservado los laureles que le otorgó, por ejemplo, a archi-conocido Steve Jobs, o al nunca “bien-entendido” Bill Gates, otros grandes gurús tecnológicos de nuestro tiempo. Quizá ser europeo fue su mayor pecado, quizá se le fue demasiado la pelota con sus proyectos, quizá en el fondo solo fue un gran vendedor de humo de su época… No seré yo quien lo juzgue. Estas son algunas de sus “genialidades”:
SINCLAIR MICROMATIC
La radio más pequeña del mundo que se comercializó entre 1967 y 1969. Nunca acabó de funcionar demasiado bien y algunos de sus problemas venían dados por sus componentes “demasiado” baratos. Pero también porque se podía comprar tanto ensamblada como en formato kit (opción mucho más económica) y las habilidades con el soldador de muchos de los que se aventuraron a montarla no eran especialmente brillantes.
BLACK WATCH
El primer reloj que usó la tecnología de los LED’s. Lo que nos puede parecer hoy en día una maravilla del diseño setentero fue en realidad un fracaso comercial a todos los niveles. El departamento de distribución era un desastre, el servicio técnico post-venta era catastrófico y lo peor de todo: el reloj tenía un sinfín de errores técnicos que lo hacían totalmente inútil. Por ejemplo, el temporizador de cuarzo era muy sensible a la temperatura por lo que los segundos del reloj duraban distinto en invierno y en verano. La electricidad estática de la ropa que llevase el usuario podía fundir todo el circuito ya que no estaba aislado. Y era prácticamente imposible mantenerlo de una pieza ya que con el movimiento se desmontaba.
La publicidad del reloj rezaba:
«Si esto suena técnico, piense en el resultado: un reloj sin partes móviles, un reloj en el que nada puede fallar, un reloj que proporciona una precisión nunca alcanzada por la más precisa ingeniería mecánica»
SINCLAIR MTV-1 Microvision
Tras muchos años intentado crear una televisión portátil y tras varios intentos fallidos Sinclair consiguió que Telefunken llevase a cabo esta, la primera, televisión de bolsillo de la historia. Como os podéis imaginar la cosa tampoco acabó de cuajar. ¿Los motivos? Básicamente dos: era tremendamente cara para le época (sobre las 200 libras) y, en realidad, era muy incómoda de utilizar. A pesar del fracaso las características de la MTV-1 eran espectaculares para la época, lo nunca visto. Una pantalla de 2 pulgadas, doble sintonizador para captar frecuencias tanto VHF como UHF y, como prometía la publicidad, “casi” cabía en un bolsillo… casi.
VEHÍCULO ELÉCTRICO C5
Justo tras el éxito internacional del Spectrum, en 1985, Sir Clive Sinclair decidió que tras revolucionar el ocio digital doméstico quería cambiar de raíz la manera cómo las personas se movían por la ciudad. Ya estaba bien de grandes coches con muchas plazas que contaminaban sin parar el mundo. Había llegado el momento del vehículo eléctrico individual. Recuerdo las revistas de la época diciendo que todos acabaríamos teniendo uno, vaticinando que Sir Clive lo iba a conseguir de nuevo… por desgracia se equivocaban radicalmente. Para su diseño, desarrollo y comercialización la empresa Sinclair Research invirtió todo su capital. El desastre fue mayúsculo. De hecho fue tal que provocó la venta de la compañía y de las patentes y licencias del Spectrum para intentar tapar el agujero dejado tras el C5. A pesar de ser muy rápido, las baterías del vehículo eléctrico de Sinclair perdían carga en función de la climatología, la potencia era insuficiente para subir las más leves rampas, el conductor iba totalmente desprotegido tanto ante las inclemencias del tiempo como ante las eventuales contusiones provocadas por un accidente y, para colmar el vaso, al ser de perfil tan bajo era difícil de ver y, por ende, evitar por el resto del parque automovilístico. El C5 fue objeto de burla, mofa y escarnio publico en el Reino Unido. Se llegaron a vender 17.000 unidades pero nada pudo salvar el proyecto.
¿Genio, o un loco con suerte? No lo sé, pero por siempre jamás yo, y miles de viejun@s de mi generación, tendremos que agradecer a este hombre todo lo que su gran producto, el ZX Spectrum no dio: horas de diversión, aprendizaje y paciencia… mucha paciencia. Gracias Clive.
Tomad la medicación…