Mirando atrás de vez en cuando te das cuanta de la verdadera dimensión de cosas que, en su momento, no supiste valorar lo suficiente. El libro de cromos que hoy nos ocupa es mucho más que un simple compendio de logos de marcas, se trata, a mi parecer, de un libro de historia que ha llegado a tal estatus por ser un testimonio de muchas cosas que hoy en día ya no existen, o que ya no existen de la manera en que las conocimos en aquel entonces. Pero antes de llegar a analizar esto un poco más en profundidad, hablemos de los «ganchos» que nos ofrecía la colección para atrapar nuestro interés y hacer que completarla fuese una necesidad que nos perseguiría todas las horas del día hasta conseguir el objetivo:
Principio de reafirmación: ver estampadas en una pegatina una marca o cosa próxima a la familiaridad de nuestro entorno y, además, que esta pegatina tuviese un lugar de honor en una clasificación de cosas importantes, hacía que nuestro propio ego se alimentase al ver la importancia de nuestras (pocas) posesiones/necesidades. Por ejemplo, era bastante fácil identificarse con marcas como «Aiwa», «Paredes» o «Frigo» ya que representaban objetos que seguramente, en algún momento u otro, formaban parte de nuestra realidad propia o próxima. Al vernos a nosotros mismos proyectados en algo tangible y coleccionable, el grado de auto-necesidad de completar la colección aumentaba exponencialmente. Evidentemente, cuantas más marcas nos respresentasen más nos implicaríamos con el album.
Principio de conocimiento: A todos nos gusta vacilar. Y cuanto más exclusivo, desconocido y raro sea el conocimiento sobre algo, más podremos fardar sobre él delante de los demás. La colección incorporaba algunas marcas que solo eran conocidas por algunos y que solo eran reconocibles, a simple vista, por personajes empecinados con obtener el máximo conocimiento sobre algún tema concreto. Todo esto con un nivel de rabia provocada en el oyente directamente proporcional al nivel de pedantería de quien expresaba frases del tipo: «Mi papá me ha comprado unos guantes Look para esquiar este verano en Baqueira y unas bambas Le Coq Sportif para jugar a tenis los sábados». En momentos así solo deseabas tener unos buenos balines «Gamo» para realizar prácticas de tiro. No todo lo relacionado con con el principio de conocimiento era molesto. Había temas admirables como por ejemplo cuando alguien te hablaba de equipos de baloncesto como los «Houston Rockets», los «Boston Celtics» o los «Dallas Mavericks». Que alguien en el año 1987 tuviese conocimientos sobre la NBA, cuando ni siquiera se había empezado a emitir el añorado «Cerca de las estrellas» de Ramón Trecet, era algo totalmente digno de admiración.
Principio de evolución: Todos hemos querido ser mayores (cuando éramos niños, ahora que somos viejun@s nos arrepentimos en la mayoría de casos de haber deseado tal cosa). La colección incorporaba marcas que evidentemente no estaban orientadas a un público infantil, pero que provocaban el deseo de poseerlas con el pensamiento implícito de: «vale, se que ahora no, pero algún día serás mio/mia». Sabíamos que seguramente en algún momento de nuestra vida tendríamos un coche, una moto… o tendríamos que escoger una compañía aérea para viajar a vete a saber que lugar remoto del mundo. Gracias a «MARCA Manía!», como mínimo, sabríamos a qué empresas acudir en cuanto nuestras necesidades se convirtiesen en una realidad.
Principio de deseo: El ser humano siempre se marca objetivos más allá de sus posibilidades para poder evolucionar y, de esta manera, llegar a ser mejor. Existían marcas conocidas por todos que sabíamos que jamás podríamos disfrutar en el mundo real, a no ser que fuésemos o muy afortunados o muy trabajadores, cualidades que en mi entorno más cercano jamás destacaron por su abundancia. El libro de cromos contenía algunas de estas perlas que sabías que quedarían para siempre en el Olimpo del deseo, pero el hecho de poseer un trozo de papel con pegamento en la parte trasera con el logo de una marca inalcanzable en la frontal, hacía que, de alguna extraña manera, a pesar de no ser del todo cierto, fuese tuya. «Porsche», «Lamborgini», «Harley Davidson»… alguno de vosotros quizá lo haya conseguido, yo ya os aseguro que no.
El libro de cromos, publicado por «Ediciones Este», estaba compuesto por 205 cromos autoadhesivos, fue puesto a la venta en 1987 y estaba dividido en 21 categorías, a saber: «Complementos deportivos», «Ropa Sport», «Baloncesto Español», «Baloncesto U.S.A./NBA», «Acontecimientos deportivos», «Automóviles», «Motocicletas», «Neumáticos», «Lubricantes», «Compañías aéreas», «Transportes», «Fotografía», «Electrónica», «Telecomunicación», «Productoras», «Relojería», «Papelería», «Mascotas», «Alimentación», «Refrescos», «Discotecas» y «Varios». Como podéis apreciar sí que la primera parte de la colección guarda más o menos una estructura, pero a medida que avanza el contenido es cada vez más ecléctico y sin un guión o pauta definidos. También cada vez las categorías contienen menos marcas, de hecho se nota que la colección fue pensada de manera lineal y que, hacia el final, los creadores de la misma tuvieron que ir rellenándola cada vez con menos ideas.
También se nota que la colección se creó en Barcelona ya que algunas de las marcas/logos que incorpora eran directamente imposibles de conocer si no vivías en dicha ciudad.
La colección, como he dicho al principio, tiene un alto valor por su contenido histórico. Por un lado nos hace recordar marcas y logos que hoy en día o bien ya no existen, o bien ya no tienen sentido, como por ejemplo, el logo de «Moda España» que precisamente es el último de la colección, o el de la desaparecida marca de vaqueros «Alton». Pero también nos sirve para poder cuantificar el valor de una marca viendo como ha evolucionado a lo largo de los años. Por ejemplo nos encontramos con logos que poco o nada han evolucionado, cosa que nos indica la fortaleza del mismo como los de «Levi’s», «BMW» o «Coca-cola». Y otros que por la razón que sea (cambio de orientación, reinvención de la marca/producto) nos hacen recordar cómo se vendía un producto hace más de 25 años como, por ejemplo: «Pepsi», «Texas Instruments», «Apple» o «Frigo».
Otro atractivo que incorporaba la colección era el de los premios. En álbum incluía un cupón central que podías rascar y ganar fabulosos premios como un alucinante televisor portátil de 14 pulgadas (¡flipa!) o una raqueta de tenis profesional (¡re-flipa!). Para poder optar a ellos debías enviar el cupón junto con diez sobres vacíos de cromos para que, un día indeterminado, se realizase el manido sorteo delante de notario. Supongo que el día no lo especificaban por si la colección era un fracaso y no podían sufragar los gastos de los premios, así se lavaban las manos. Desconozco si se llegó a realizar el sorteo o si alguien fue agraciado con alguno de sus «premios a barullo». ¿Alguien sí? Contadnos.
El ejemplar que ilustra estas lineas lo conseguí hace unos meses en un conocido mercadillo de objetos de segunda mano de Barcelona. Estábamos paseando Alex y yo en busca de cosas sobre las que hablaros y, de entre la porquería infecta de una de las paradas más lúgubres por las que pasamos aquel día, asomó «MARCA Manía!». Tras un regateo infructuoso y de despedirnos del «simpático» tendero, cuando estábamos ya a unos cuantos metros, este nos vino a buscar corriendo diciendo que sí, que finalmente aceptaba nuestra oferta. Y así es como después de que mi madre hiciese limpieza deshaciéndose de muchos de mis objetos de culto de mi niñez, recuperé por fin mi añorado álbum de marcas (algo parecido a lo que me pasó con mi álbum de «La guerra de las galaxias»). Cabe decir que, a pesar de estar prácticamente completo, este ejemplar se encuentra, sobretodo en lo referente su portada y contra-portada, en un estado bastante malo. Pero bueno, me salió bastante barato.
¿Y vosotros qué viejun@s? ¿Hicisteis la colección? ¿Qué os parecía? ¿La acabasteis? ¿La conserváis? ¿Alguno ha conseguido comprarse un Lamborghini? Contadnoslo… A continuación os dejo el resto de páginas del álbum para vuestro disfrute.
Tomad la medicación…