Hace unos días os hablé sobre el Skedoodle, un juguete que se cayó del carro alado para ir del mundo de las ideas al mundo sensible, haciendo así que mi alma recordase lo que se sentía al poder crear algo parecido al arte. Pues bien, de otro remoto lado del mundo inteligible llegó para iluminarnos a todos, un día indeterminado, el Lumirama de Madel:
Originalmente creado y comercializado en 1967 por la empresa norteamericana Hasbro bajo el nombre «Brite-Lite», Lumirama era un juguete que directamente te podía hacer a-lu-ci-nar. ¿Por qué? Pues muy fácil, porque de la nada podía hacer que se hiciese la luz cual dios monoteísta en busca de crear un nuevo universo a partir de la nada. Su funcionamiento no podía ser más sencillo. Una base cóncava de metal o de plástico (dependiendo de las diferentes versiones que existieron a lo largo del tiempo) donde había una bombilla que proyectaba su luz hacia el exterior. Allí se situaban dos elementos clave, un base donde poner las plantillas de papel pre-impresas con diferentes formas de papel negro y una rejilla metálica perforada que servía para ir colocando las pequeñas piezas de plástico translúcidas de colores. Y aquí es donde estaba la clave de todo, en esas piezas. Pero dejadme explicar un poco el proceso que hacía que lo que hacías con un Lumirama fuese tan estéticamente atractivo.
Del fondo de la carcasa salía la luz hacia la parte exterior. Allí, una vez habías colocado tu plantilla de papel sobre la rejilla perforada, la luz quedaba retenida. Entonces tu misión era perforar con una de las piezas de plastico cada punto marcado con una letra que determinaba el color que debías escoger. Una vez hecho esto, la luz quedaba liberada y pasaba a través del plástico creando un efecto de iluminación que recordaba al de los carteles de neón que tantas y tantas veces habíamos visto en las películas. Como veis, a partir de una idea bastante simple, se lograba un efecto muy impactante. Pero Lumirama escondía algunas cosas más, algunos detalles que quiero analizar a continuación.
Una dura lección: La bombilla quemaba, quemaba mucho os lo puedo asegurar. ¿Y por qué lo sé? Sí viejun@s, lo que os está viniendo a la cabeza es lo que pasó. En un intento de analizar los entresijos de mi juguete mi espíritu de científico me llevó a intentar averiguar si detrás de aquella sencilla bombilla se escondía otro prodigio oculto que hiciese que la transmutación de las piezas de simples trozos de plástico a maravillas lumínicas, fuese causa de otra maravilla oculta. Os aseguro que no había nada, bueno sí que hubo algo pero fue una ampolla en uno de mis dedos. Por cierto, no solo quemaba la bombilla, al rato de estar «dibujando» con ella encendida, la carcasa de metal también alcanzaba temperaturas bastante altas. Seguridad vs. diseño y funcionalidad, una batalla que los diseñadores de Lumirama no ganaron.
Arte efímero: Lumirama me enseñó que lo creado por el hombre no se perdura en el tiempo para siempre. Os he explicado más de una y más de dos veces que soy bastante patán con las manualidades y, a pesar de que Lumirama era muy sencillo de hacer servir, yo tenía mis limitaciones y dificultades para llevar a cabo los dibujos. Al cabo del rato y de mucho esfuerzo, cuando lograba completar una plantilla me daba cuenta de una cruda y triste realidad: todo mi esfuerzo se vería recompensado por unos cortos minutos de admiración de mi obra ya que ésta estaba condenada a desaparecer irremediablemente en cuanto quisiese realizar la siguiente. Lumirama, visto de esta perspectiva, es un producto consecuencia de las grandes corrientes del arte de acción y del arte efímero de los años sesenta y setenta.
Tácticas comerciales: Lumirama escondía una verdad bastante oscura detrás de su concepto de juego: jamás podías volver a repetir una de sus plantillas exactamente igual que la primera vez ya que al perforarlas, las letras que marcaba el color de la pieza de plástico a colocar quedaba destruida para siempre. Así que o tenías una memoria superlativa o nunca podías repetir el dibujo de la misma manera. Por ensayo-error podías ir probando diferentes combinaciones que quedaban más o menos bien, y en mi caso os aseguro que tendían más al menos que al más. Existía una segunda posibilidad: comprar más plantillas. Aquí los comerciales y los inventores de Lumirama tuvieron una idea genial. Te vendían el pack básico con unas pocas plantillas y luego te vendían otras a parte con dibujos diferentes y, en muchos casos más espectaculares. Conmigo esto no les funcionó ya que no recuerdo que mis padres jamás comprasen ninguna plantilla accesoria. Lo que sí recuerdo es que me dediqué más de una tarde a apedazar con trocitos de cartulina y celo las plantillas ya perforadas. No quedaban como nuevas pero la picaresca funcionaba bastante bien. Debías por eso utilizar cartulina de buen gramaje ya que debía ser capaz de soportar altas temperaturas.
El arte como placer en sí mismo: A parte de las plantillas predefinidas, Lumirama incorporaba algunas sin nada impreso que servían para hacer «dibujo libre». Os podéis imaginar los churros que llegué a realizar, pero el amor de mi madre que veía en todo lo que yo hacía arte equiparable al de Vermeer, el Bosco o Dalí, me enseñó que lo importante detrás del arte no es su calidad estética, que también, sino la intención que detrás de la obra ha querido proyectar el artista. Así que sí, de nuevo yo, el niño vilipendiado por todos y cada uno de los y las profesores de plástica que me fui encontrado a lo largo de mi vida, volví a crear arte. Mi único, feo y efímero arte, pero mío al fin y al cabo.
Pasé largas horas jugando con mi Lumirama y lo recuerdo con gran nostalgia, quizá un día me dé por adquirir uno y recordar aquellos momentos o para colgarlo como un cuadro decorativo lumínico en algún lugar de mi casa, puede quedar bien. También recuerdo que fue uno de aquellos juguetes con el que rivalizaba con mi hermana para hacer servir, y eso siempre es garantía de que un juguete era bueno.
Creo que se sigue comercializando, como mínimo en el extranjero, y que incluso hay competiciones para crear cosas con él. Mirad lo que la conjunción de los conceptos Lumirama + Time Lapse puede llegar a producir:
¿Recordáis haber tenido un Lumirama? ¿Erais buenos «dibujando» con sus piezas de plástico? Contad, contad…
Tomad la medicación…