Hay sucesos que marcan un antes y un después en tu vida. El suceso que marcó la mía, y para bien, ocurrió en 1986.
Era una noche de viernes, estaba frente al televisor mirando, como todos los viernes, un popular programa que realizaba el trío La Trinca en Tv3 y que se llamaba “No passa res” (“No pasa nada”). Era un programa que se formaba de sketchs cómicos, entrevista a un personaje famoso que acompañaba a los presentadores durante todo el programa y de una actuación musical (en esa época era normal que en los programas hubieran actuaciones musicales, y encima la mayoría de las veces en directo) a cargo de algún grupo y/o solista que interpretaba un par de temas.
Como os digo, estaba yo tan tranquilo viendo el programa cuando los presentadores anuncian la actuación de un grupo llamado los Toreros Muertos y soy testigo de esto:
httpv://www.youtube.com/watch?v=EIL1e-yDBzU
Quede alucinado, fascinado, flipado y trescientos cincuentas adjetivos más terminados en ado. Esos tíos estaban locos, su canción era increíble y lo mejor de todo es que su cantante era Pablo Carbonell al que ya conocía gracias a su participación en “La bola de cristal” (me gustaría añadir que sus otros miembros eran Many Moure y Guillermo Piccolini) y con el que me partía de risa con su actuación en tan mítico programa.
Aquel mismo día también pude verlos interpretar otro de sus hits, concretamente “Yo no me llamo Javier”, canción con la que aprendí el significado de la palabra “impotente” (el que sepa la letra ya sabrá de que hablo) y que enseguida quedó en mi subconsciente gracias a incluir un taco en el estribillo: “Deja ya de joder, yo no llamo Javier/suéltame mujer, yo no me llamo Javier».
Al día siguiente, aún en trance, estuve hablando con mis amigos todo el día de los Toreros Muertos y de cómo molaban. El domingo, y aprovechando que reemitían el programa, decidí grabarme la actuación. Pero no en video, no. La grabé en una cinta de cassette y gracias a un magnetofón que teníamos en casa. La calidad de la grabación era pésima pero yo la escuchaba una vez tras otra y no me cansaba de hacerlo.
Por esos días, un compañero de clase me regaló un cromo de Toreros Muertos que habían entregado con el Super Pop. En la parte de atrás del cromo había una pequeña biografía. No os podéis hacer a la idea de cuantas horas dediqué a observar ese cromo y cuantas veces leí lo que en el ponía.
Mi pasión por ellos cerca de disminuir fue a más cuando un sábado, y gracias de nuevo a “La bola de cristal”, pude ver el video clip de “Mi agüita amarilla”, una oda dedicada a la orina que causó en mí una fuerte impresión:
httpv://www.youtube.com/watch?v=qTq1i1SdH3o
Ya no había marcha atrás: Mi pasión por los Toreros Muertos estaba desbocada. Fue entonces cuando descubrí que tenían un disco en el mercado titulado “30 años de éxitos”. Este título siempre me ha parecido soberbio. Hay que tenerlos bien grandes y un gran sentido del humor para titular tu primer disco como si de un recopilatorio de un artista consagrado se tratase.
Llegó el verano y con el el cuarto single del grupo, “Soy un animal” que contenía estrofas tan gloriosas como por ejemplo: “Estoy aquí para robaros el puesto de trabajo/voy a quitaros el pan de la boca/voy a acostarme con tu novia/Y es que soy un animal”.
Era cuestión de tiempo hacerme con el disco pero mis padres no querían financiarme tal cosa, así que hasta que alguien no me lo grabó no pude disfrutar de esa maravilla.
Y es que “30 años de éxitos” estaba llena de temazos. A los cuatro citados, hay que añadir “DNI”, el relato de las vicisitudes que pasa un pobre hombre que ha perdido el carnet de identidad, “Twist ‘as loca”, que empieza con un “Ella es así tiene el pecho caído, caído, caído, caído hacia arriba”, “Hoy es domingo” o “Dejadme llorar”. Los que menos me gustaban era “Bum Bum 1789” y “Necesito un avalista” pero no por eso diré que eran malos
El tiempo fue pasando y mi fanatismo por ellos creciendo. Y fue un sábado por la noche cuando mi existencia volvió a tener sentido. En este caso fue debido a un programa de TVE, llamado precisamente «Sábado noche», que estaba presentado por Toni Cantó y Lidia Bosch (aunque también lo presentó Paola Dominguín), y en el que Toreros Muertos fue a presentar su nuevo LP.
Empezaron interpretando “On the desk”, la primera canción en inglés que aprendí en mi vida y que me sirvió para descubrir el significado de la palabra “fuck” gracias a su inclusión en una estrofa que decía: “And I prey to my God because I want to fuck/all the girls, everyday, everywhere, everybody”. Así daba gusto aprender ingles y no con el p*to Muzzy.
httpv://www.youtube.com/watch?v=2iZ25fPMuSE
También tocaron “Manolito” la que, según ellos, era la primera canción homosexual del grupo.
Me tiré semanas cantando “Me gusta jugar con mi amigo Manolito/Me gusta jugar con mi amigo Joselito/Me gusta jugar con mi amigo Lolo/Me gusta jugar con mi amigo Sebastián” pues era lo único que lograba recordar del tema.
Afortunadamente para mí, mis padres decidieron rascarse el bolsillo y comprarme el nuevo álbum del grupo, “Toreros Muertos por Biafra”. Tarde tiempo en descubrir el humor negro que se escondía tras el título ya que por mi corta edad, y lo poco que me interesaba lo que sucedía por el mundo, no sabía que había pasado en Biafra.
El disco arrancaba de manera brutal con el tema “Mama” cuyos primeros versos decían “El otro día masturbándome en tu casa/se me ocurrió una idea/a ver qué coño os pasa”. Tíos, yo tenía 13 años por aquel entonces, y el escuchar una canción que tuviera ese lenguaje me pareció lo más molón que me podía pasar, y que de hecho me había pasado, en mi vida.
Pero es que si “30 años de éxitos” estaba lleno de temazos, “Toreros Muertos por Biafra” no se quedaba atrás. Temas como “El cielo es azul”, “Vámonos al campo”, “Pilar”, también con un arranque demoledor: “Pilar no tiene bicicleta/pero tiene un buen par de tetas/¡Qué nos las enseñe, qué nos las enseñe!”, «Los niños de colores» o “En mi portal” una canción que demostraba lo transgresor que era el grupo y como traspasaba líneas que otras bandas ni siquiera se atrevían a mirar, al empezar con una estrofa que decía: “Ya sé que una enfermedad matará a la humanidad/muchos chicos mueren por entrar en la universida… SIDA, sidad”. Y no se quedaba aquí si no que el resto de versos eran de lo más bestias.
En esos momentos Toreros Muertos eran de los grupos más populares de la música española. Recuerdo un concierto de ellos que emitieron, como no, en “La bola de cristal” que me dejó en una nube durante semanas.
En esos días varios sucesos relacionados con ellos pasaron en mi vida. Por una parte mi hermana mayor me consiguió un poster firmado y dedicado por ellos. Días después coincidí con Pablo Carbonell en un teatro y le pedí un autógrafo (lo hice balbuceando, era la primera vez que tenía a un famoso tan cerca) y llegó lo mejor, que se transformó en lo peor, Toreros Muertos actuaron en Barcelona… y mis padres no me dejaron ir.
De ese concierto me quedan dos recuerdos: Un amigo mío lo grabó por una emisora de radio que lo emitía y me lo grabó a mí. El otro es que tuve un recorte de prensa de la crítica del concierto durante mucho tiempo en la carpeta del colegio. El titular era algo así como “Unos toreros más vivos que muertos triunfan en el Sot del Migdía (lugar donde se celebró el concierto).
Recuerdo que aquel año en la exposición de trabajos que organizaba mi escuela mostraron un retrato que había hecho yo de Pablo Carbonell. Y es que cualquier trabajo que tenía que hacer en el colegio, lo dedicaba a ellos.
Y es que Toreros Muertos ya se había convertido en una obsesión. Llegué a comprarme una revista Pronto porque salía un reportaje de una página que hablaba de ellos y en la que explicaban que querían hacer una versión punk del “Mi carro” de Manolo Escobar. Si eso no es fanatismo, no sé yo que lo será.
Pero toda bonita historia de amor llega a su fin, y la mía con Toreros Muertos estaba cerca de el. Era 1989 y editaron su tercer álbum “Mundo caracol”. Por esa época mis gustos musicales ya habían evolucionado, como os expliqué aquí, pero igualmente me compre su nuevo trabajo… y fue una decepción.
Nunca llegó a gustarme tanto como sus dos primeros LP’s, y es que salvo canciones como “Falangista”, “C.E. Carretas” o «Mundo mágico» («Es divertido estar aquí/puedes hacer una canción con alcalde y gilipollas, por ejemplo/¡Alcalde gilipollas! ¡Alcalde gilipollas!…» decía una de sus estrofas), el resto de temas me parecían muy flojos. Tal vez la culpa no fue de ellos si no que simplemente habíamos evolucionado de maneras diferentes.
Cuando en 1992 editaron su cuarto, y último, trabajo, el titulado “Toreros Muertos cantan en español”, apenas les presté atención. Lo único que se de el es que incluía la canción “Tu madre tiene bigote”. Lejos habían quedado los días en que era capaz de escuchar sus canciones varias horas seguidas.
Hoy, mirándolo con la perspectiva del tiempo, creo que Toreros Muertos tuvieron más importancia en mi vida de la que yo mismo llegué a pensar que tendrían cuando tenía 12 o 13 años. Los que me conocen saben que tengo, a veces, un humor negro y que no me importa reírme de cualquier cosa y, tal vez, eso se lo deba a ellos. Cuando uno descubre que algo que creía que estaba mal se puede hacer, y gracias a ello se anima a hacerlo, tiende a recordar con cariño a los que se lo ayudaron a descubrir.
Y es así como yo recuerdo a Toreros Muertos, con cariño.
ACTUALIZACIÓN A 29/09/2014: El pasado día 26/09/2014 saldé una deuda histórica que mantenía conmigo mismo y asistí al concierto que Los Toreros Muertos dieron en la sala Luz de Gas de Barcelona. Con más de 20 años de retraso al fin puedo decir que he visto en directo a mis primeros ídolos musicales.
¡Qué vivan por siempre Los Toreros Muertos!