Yo y las máquinas recreativas: Vida de un manco (parte 1 de 4)

Young girls are photographed June 1, 1982 playing Pac-Man at a video arcade in Times Square, New York City. (Photo by Yvonne Hemsey/Getty Images)

En un placer para mí empezar hoy esta pequeña saga de posts en los que voy a repasar mi relación personal con las máquinas arcade y compartirla con vosotros, viejun@s. La estructura va a ser muy sencilla y los cuatro capítulos que voy a publicar tienen una lógica bastante sencilla que se podría resumir así: inicio, nudo (doble) y desenlace. Pero como sé que las decenas de sabios que leéis estas lineas sois unos seres ávidos de conocimiento y racionamiento estructural (no podía ser de otra manera, otro tipo de lectores al staff de Retro Memories no nos interesan), voy a explicitar un poco más esta estructura.

En esta primera entrega os expondré el inicio. El alfa, el génesis, el embrión de mi pasión (o quizá debería decir devoción, no lo sé) para con estas traga monedas de cinco duros. Os relataré los primeros recuerdos que tengo sobre ellas, y cómo esa pequeña semilla hizo que creciese dentro de mí un “nosequé” que lleva acompañándome más de tres décadas.

En los dos siguientes capítulos entraré en materia sobre los lugares más importantes de mi adolescencia (quizá sólo igualados en importancia por los locales de ensayo): los salones de recreativas. Intentaré hacer un repaso cronológico de los que más visité e intentaré también ver en qué se han convertido a día de hoy, porque ya os anuncio que actualmente ya no existe ninguno de ellos.

Y finalmente, en el post que cerrará esta cronología vital y jueguil os explicaré a qué me ha llevado esta afición, pasión, llamadlo como queráis. Qué queda de todas aquellas horas y monedas de cinco y veinte duros y qué he hecho para llevar a cabo uno de los sueños de mi vida. Sueño que si me lo explican, no sé, hace tan sólo 10 o 15 años no lo hubiese creído posible.

Pero no adelantemos acontecimientos venideros y vayamos al lío. Mi primeros recuerdos empiezan aquí:

NOTA: Este no es el bar sobre el que hablo en el texto, lo he elegido por que la zona donde está es la misma donde estaba el del texto.
NOTA: Este no es el bar sobre el que hablo en el texto, lo he elegido porque la zona donde está es la misma donde estaba el de mi recuerdo.

Un bar, como no podía ser de otra manera. El primer recuerdo que mi mente sabe llegar a identificar sobre una máquina recreativa ocurre en un bar. Un bar de finales de los setenta o principio de los ochenta, en Barcelona al pie de la montaña de Montjuic. Es un recuerdo muy, pero que muy difuso y creo llegar a recordar que el juego era el “Space Invaders”. Como mínimo lo que alcanzo a recordar son las típicas naves invasoras y sobre todo las barreras verdes que protegían nuestra nave. No creo que fuese el mueble, llamémosle “original” del Space Invaders, ya que en él hay un sistema de proyección por espejo para hacer ver que el fondo de la pantalla era la luna. Os recomiendo ver este interesante video de Arcade Vintage donde analizan una original:

httpv://www.youtube.com/watch?v=FuKcLRZXV3k

Pero no, la que mi mente recuerda no tenía ese sistema de diorama que se explica en el video. Yo sospecho que era una máquina genérica tipo Video Val a la que le enchufaron la placa del juego, algo así:

Space_Invader_Cabinet

Como os he dicho este es mi primer recuerdo sobre una arcade, pero concretamente lo que recuerdo es ver a alguien jugando, no soy consciente de haber puesto mis manos sobre ella y haber echado una partida. Quizá sí que mis padres me dejaron jugar, pero era demasiado pequeño y no lo recuerdo. Ese primer recuerdo en que el que yo sí jugué tuvo como escenario este lugar:

NOTA: este sí que es el lugar exacto de la anécdota que relato, lo que no sé es si el nombre del local era el mismo en aquel momento.
NOTA: este sí que es el lugar exacto de la anécdota que relato, lo que no sé es si el nombre del local era el mismo en aquel momento.

Pues sí, de nuevo un bar. Pongámonos en situación. Sobre el año ochenta y muy poco mis padres, supongo que por mi famoso método de insistencia hasta el aturdimiento, me apuntaron a hacer judo. El judo era el arte marcial de moda en mi escuela en aquella época y la mayoría de mis amigos iban, así que no paré de dar la tabarra hasta conseguir ir yo también.

Esta es la prueba que me acredita como luchador de judo.
Esta es la prueba que me acredita como luchador de judo. Una arma letal humana en toda regla, admirar mi mirada de asesino.

El lugar donde se realizaban las clases era muy cercano al colegio, y cuando salía por la tarde de clase mi madre me venía a buscar y me acompañaba hasta allí. Lo que pasa es que el tiempo que tardábamos en llegar era muy poco, y para aprovechar esos minutos de sobra la mayoría de días entrábamos en un pequeño bar de la Ronda St. Pau para tomar un agua o lo que fuese y merendar un poquito. A día de hoy el local sigue siendo un bar… bueno, de echo un restaurante: de donner kebabs y durums.

Pero lo mejor de aquel local no era ni su hediondo aroma ni su aspecto ruinoso ni su agua embotellada natural… lo mejor es que estaba ella:

polepos2
Qué bonita que era la muy jodida… Y jodida de jugar también.

La máquina del “Pole Position” (yo creo que era el II porque se podían escoger los circuitos),como la de la película D.A.R.Y.L. Y allí sí que jugué y sé que jugué. Creo que casi nunca llegaba a clasificarme para la carrera, o si lo hacía era el último, por lo que jamás llegaba a hacer ni una vuelta entera el circuito en carrera. Los días que íbamos al bar pero no llegaba a jugar se producían por un hecho inapelable: la máquina estaba ocupada. Y lo más fuerte del caso es que casi siempre el que la ocupaba era mi profesor de judo, y…. ¡cómo conducía el muy bellaco! Era un as con el juego y yo alucinaba viéndolo jugar. Gracias a él (lo siento pero no recuerdo su nombre) y a aquella máquina recreativa aprendí dos cosas:

Primera, que el deporte de contacto (después descubrí que era cualquier deporte en general) no estaba hecho para mí, pero esto es un historia que ya os explicaré otro día. Y segunda, que yo siempre sería un manco jugando a videojuegos de recreativa y que siempre habría alguien mucho mejor que yo a quien admirar. Lo de ser malo jugando tardé en aceptarlo a pesar de ser consciente de ello, y durante los años siguientes intenté resistirme a la realidad y demostrar que yo también podía ser un grande del arcade, pero la realidad siempre golpea duramente, y mi facilidad y habilidad para el manqueo no sólo no desapareció si no que se acrecentó y agravó a lo largo de los años. Pero no adelantemos acontecimientos, en la siguiente entrega os seguiré relatando mi dura vida de mecenas retrasado de compañías de software de entretenimiento entre máquinas, humo, suciedad y quillos a mansalva.

¿Cuáles son vuestros primeros recuerdos con una recreativa? Contad, contad…

Tomad la medicación…