Las locas academias del cine ochentero

Hace unos días me comentaba un colega que acababa de revisar toda la saga de “Loca academia de policía” y quería comentarla conmigo para ver si pensaba igual que él de todas y cada una de las películas que la forman. Eso me hizo recordar que uno de los artículos que siempre quiero hacer, pero que nunca hago, es uno sobre tan mítica franquicia. Pero mientras me flagelaba por posponer una y otra vez la escritura de tan magno artículo, un pensamiento en forma de pregunta llegó a mi maltrecho cerebro: ¿Y si hablas de la fiebre que hubo por incluir en el título de infinidad de películas las palabras “loca academia de…”? Como tener ideas brillantes no es mi fuerte, interpreté esto como una señal divina. Así que no me quedaba otra que escribir sobre este tema.

Bien, antes de empezar dejadme aclarar una cosa sobre las “locas academias de…”. Todos y cada uno de los títulos que vais a ver a continuación son fruto de las mentes de los típicos distribuidores sacacuartos que bautizaban las películas con un nombre conocido con la intención de engañar al personal. O sea que este fenómeno solo se vivió en España. Ya os he hablado de otras sucias tretas que realizaban, como por ejemplo las secuelas bastardas o las engañosas caratulas de vídeo, y lo que vais a ver a continuación no es más que la mezcla de ambos conceptos en uno con el mismo resultado roñoso la mayoría de las veces.

Una vez dicho esto, entramos al trapo con el tema.

Nada de lo anteriormente expuesto existiría de no ser por “Loca academia de policía” (“Police academy”, 1984). Supongo que todos conocéis de sobra su argumento, así que no voy a contarlo. Podéis pensar que esto lo hago porque confío plenamente en vuestra sabiduría cinéfila o porque soy un vago y me da igual lo que penséis porque seguiré sin contarlo. El hecho es que la película fue un taquillazo de aúpa que dio pie a seis secuelas, una serie de televisión y una serie de animación, además de tener un pequeño show en el Parque Warner de Madrid, entre otros sitios. Volviendo al título, vemos que el distribuidor de turno hizo una traducción literal del título añadiéndole la palabra “loca” para hacer más énfasis en el aspecto cómico del film. Hasta aquí todo bien. Ahora es cuando empiezan los problemas.

El primero que se pasó de listo fue el que decidió distribuir en España la película italiana “I carabinieri”(1981) como “Otra loca academia de policía”. Por si semejante desfachatez no fuera suficiente, el pavo también se sacó de la manga una carátula que copiaba sin ningún tipo de rubor al de “Loca academia de policía”. Esto es un claro ejemplo de lo que en mi barrio llamamos tener más cara que espalda.

Ahora hablemos de Neal Israel. Él fue el guionista de “Loca academia de policía” y decidió explotar este éxito con otra película de similar planteamiento. Si antes nos narraba las aventuras de gente bastante inútil en una academia de policía, ahora haría lo mismo pero en una academia de conducción. Este fue el germen que dio pie a “Moving violations” (1985) que aquí fue estrenada con el alucinante título de “Locademia de conductores”. Así, tal cual lo leéis, juntando “loca” y “academia”en una sola palabra y transformándolo en “Locademia”. Tócate los huevos, que diría Jaimito Borromeo.

Israel repitió una vez más la jugada con “Combat High” (1986), en la que solo trabajó como director, en la que trasladaba la misma premisa a una academia militar. A pesar de tratarse de un telefilm eso no fue óbice para que nos llegara aquí en VHS con el título de “Loca academia de combate”.

El siguiente caso ya es rizar el rizo. Tenemos al distribuidor de turno al que le ha caído el marrón de intentar hacernos ver una cosa italiana llamada “Vigili e Vigilese” (1982). El tío con toda su buena fe la edita en vídeo con el título de “Vigilantes y vigilantas” y no la alquila ni sus padres. Viendo como estaba el percal, el iluminado decide echarle morro al asunto y editar de nuevo la película cambiándole la carátula y el título por el de “Loca academia de… Los vigilantes”. Sus padres no solo siguieron sin alquilar semejante ponzoña sino que además lo echaron de casa. Poco castigo me parece.

Esto de cambiar de titulo sobre la marcha también lo hizo el tunante que distribuyó por estos lares la película “The Underachievers” (1987) como “Loca academia de maleantes”. En vista que la gente no se liaba a hostias para alquilarla decidió aplicar una táctica de marketing jamás aplicada hasta ese momento y que debería ser enseñada en cualquier escuela de publicidad que se precie de llamarse así. Y si debería enseñarse es por lo lamentable y penosa que es.

El “gualtrapa” este decidió renombrar la película como “Loca academia de maleantes 1”. Así, como dando a entender que habría una parte 2 y luego una 3 y así hasta el infinito. Infinitas hostias le metería yo.

Visto todo esto, el hecho de que alguien decidiera bautizar aquí la película “Recruits” (1986) como “Loca academia de reclutas” no pasa de simple anécdota que contar a tu familia durante las comidas navideñas. Este “exploit” en toda regla de “Loca academia de policía” fue dirigido Rafal Zielinski, dato que solo aporto para tener una burda excusa para poder lincar el artículo que dediqué a su obra más famosa, “Los rompecocos”.

Sentaos bien, no os vayáis a caer, cuando leáis lo siguiente. Si hubo un distribuidor que se sacó la chorra, pero bien sacada, a la hora de saquear títulos fue el crápula que trajo a los videoclubs el telefilm “Screwballs academy” (1986) y lo llamó “La loca academia de los albóndigas”. Con dos cojones. Coges un poco de “Loca academia de policía” y un poco de “Los incorregibles albóndigas” y te marcas esta jugada maestra. A este tío le tendríamos que aplaudir a rabiar, pero no lo haremos. Y no lo haremos porque tan astuta táctica no le sirvió para nada. Igual es que estaba avanzado a su tiempo, pero nadie entendió tan sagaz movimiento y las copias de la película terminaron cogiendo polvo en los videoclubs mas costrosos de la bonita geografía española, tan rica ella en paisajes y mierdas por el estilo.

Estas son todas las locas academias de las que tengo existencia. Hubo otros títulos que explotaban similar idea, pero eran un poquito más comedidos a la hora de realizar el robo. Así fue como nos llegaron cosas como “Los locos del bisturí”, “Los locos de las ambulancias” o “Los locos del taxi”. Eran locos, sí. Pero no fueron a ninguna academia.

Eso es todo. Como siempre os digo, si queréis comentar algo, aportar datos, loar mis gracias o darme un baño de realidad diciéndome lo patético que soy, no os cortéis. Todo comentario será bienvenido. Venga, pues. Contad, contad…