Nadie nace enseñado y una de las cosas que desde pequeños queremos saber hacer es nadar.
Para proteger la integridad de los niños que no saben nadar algún desalmado invento la burbuja.
Y digo desalmado porque este armatoste era lo más incomodo que uno podía ponerse. Te incomodaba horrores. La sensación de llevar algo rígido y duro en la espalda era muy desagradable.
Pero no solo eso: Las madres, para evitar que sus niños perdieran la burbuja y se ahogasen, apretaban todo lo que podían la correa que iba sujeta a la burbuja y que era lo que la mantenía sujeta al cuerpo.
Espalda apretada y estomago aprisionado, pero oye, no se ahogaba nadie.
En la actualidad aún se puede conseguir en alguna tienda, pero con las nuevas leyes de protección al menor, no hay padre que se atreva a ponerle una a su hijo.