La foto de la semana: E.T el extra-terrestre (juego de mesa)

Hoy viejunos dejadme que me ponga nostálgico, pero nostálgico en negativo ya que os hablaré del peor juego de mesa que recuerdo haber tenido durante mi niñez: «E.T. el Extra-Terrestre». Apareció por casa una mañana de reyes a principios de los 80. Realmente me hizo mucha ilusión tenerlo por fin ya que lo había deseado con mucha fuerza al ser E.T el personaje del momento y estar, todos los compañeros de clase, pillados con la peli. La excitación era máxima, seguro que con mi hermana, y gracias al juego, podríamos vivir aventuras tan o más increíbles que las que el extra-terrestre y Elliot vivían en la película y, quién sabe, quizá algún día E.T., viendo que éramos muy buenos jugando nos querría conocer y vendría a casa. Sí lo sé, yo era un niño un poco rarito que tenía extrañas idas de olla, y también se que la cosa no ha mejorado con el paso del tiempo, pero bueno, en el fondo, muy en el fondo, tengo de vez en cuando destellos de lucidez.

Nervioso, lo abrí y miré el tablero, las piezas, el papel de las instrucciones… Y entre todas estas maravillas había una cosa que resaltaba entre todas las demás: ¡una nave espacial tridimensional para montar! Todo era demasiado perfecto. Después de observarlo un buen rato, entre la excitación del momento y los otros regalos el juego de mesa quedó aquel día un poco relegado.

Al día siguiente (o quizá al otro, tengo la memoria ya que se me desparrama) junto a mi hermanita nos pusimos más en serio con el juego. Evidentemente lo primero que hicimos fue intentar (y quiero resaltar lo de intentar)  montar la nave… primera decepción. Aquel cartón troquelado era la cosa más complicada de montar que nos habíamos encontrado en nuestra vida. Muy pronto aquello acabó en desastre. Nunca llegamos a montar la maldita nave y el cartón acabó en la basura (en aquella época no se reciclaba).

El maldito cartón de la supuesta nave espacial

Entre sollozos y llantos nos sobrepusimos a la depresión inicial e intentamos, con la ayuda de nuestros padres, intentar jugar a pesar de la pérdida de una de las principales características del juego. La cosa fue a peor. Las instrucciones eran algo totalmente incomprensible y sin demasiado sentido. Ni siquiera con la ayuda de adultos llegamos a conocer nunca la dinámica del juego. Os lo digo de verdad, y conozco casos paralelos al nuestro de gente que se sintió tan engañada como nosotros, no había manera humana de jugar a nada con aquella, permitidme la palabra, mierda.

El tablero del engendro

Finalmente el destino del juego fue el fondo de un armario donde permaneció años hasta que seguramente mis padres, necesitados de espacio, se deshicieron de él (quizá ya entonces reciclando). Solo aproveché el muñequito de E.T. que hacía las veces de ficha del juego, y sí recuerdo haber jugado con él.

Todo esto que os he explicado me creo un trauma que me persiguió durante mucho tiempo: siempre que me enfrentaba a un nuevo juego de mesa me aterraba el hecho de no llegar a entender las reglas para jugarlo. Por suerte la mayoría de juegos con los que me he topado después de aquél estaban mejor planteados y sus normas y reglas estaban al abasto de una mente humana estándar, con lo que mi trauma, poco a poco, se fue desvaneciendo.

¿Pasasteis por algo parecido viejunos? ¿Tuvisteis este juego de mesa? ¿Sois unos superdotados y entendisteis cómo jugar? Contádnoslo por favor, necesito saberlo.

Tomad la medicación…