Juguetes sexistas en los 80 (o de cómo nos quisieron asignar un rol en función de nuestro sexo y no lo consiguieron… o quizá sí. 1ª parte)

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Existe la verdad absoluta que reza que ya desde muy pequeños aprendemos una de las leyes fundamentales de las relaciones humanas: las niñas son niñas y los niños son niños. Una vez aprendido esto, cada uno toma sus propias decisiones de manera consciente, inconsciente, genética, ambiental o como sea. La belleza del universo se basa en la diversidad y cuanto más diversos seamos más belleza habrá en este pequeño rincón del espacio al que llamamos planeta tierra. Heterosexuales, lesbianas, gays, bisexuales… (el orden es aleatorio, que nadie se me enfade) todos hemos sido pequeños y en un momento concreto descubrimos los misterios del propio sexo y del otro. En mi caso concreto recuerdo con pelos (bueno no, de hecho sin pelos) y señales ese momento. Fue en el rellano de casa, jugando a no recuerdo qué con mi vecina. Debíamos tener 9 o 10 años. Una cosa llevó a la otra y sin saber demasiado porqué acabamos sin ropa y observándonos el uno al otro. Joder, ¡le faltaba un trozo! Pero me quedó claro que en el lugar donde “faltaba” aquello que yo sí tenía había otra cosa que parecía tan o más interesante que lo mío. La cosa no fue más allá, no seáis malpensados, y finalmente terminó cuando nuestras respectivas madres aparecieron en la bucólica escena echándonos la bronca por estar en pelotas en el rellano de casa. Esa fue mi experiencia, seguro que tod@s vosotr@s tenéis alguna parecida. Fue algo inocente, sencillo y sin mala intención. Aquel día aprendimos algo, algo bueno.

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Lo que ya no es ni tan inocente, ni sencillo ni sin mala intención eran los roles que la sociedad nos quiso imponer por tener o no tener un pene o una vagina. Y durante décadas el arma que las grandes corporaciones, los malignos gobiernos y la mano oculta que todo lo domina utilizaron, fueron los juguetes con los que nuestra mente se formó durante nuestra tierna infancia. De hecho esto es algo que sigue siendo así de manera más o menos descarada, pero permitidme hoy poner algunos ejemplos que sufrimos (o pudimos sufrir) aquellos a los que el viejunismo ya nos ha invadido. Nuestra batalla, la batalla de este blog, es una batalla por la memoria, la batalla por el futuro ya la perdimos y ahora es hora de que otros la libren… (joder que puto filósofo de mierda estoy hecho)

La ama de casa perfecta

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Sí niñas viejunas… para ser una mujer perfecta y encontrar al hombre de vuestra vida hay una serie de habilidades que tuvisteis que dominar a la perfección. De no ser así seguro que os quedaríais para vestir santos u os convertiríais en la nueva tía solterona de la familia. “Hay pobre Enriqueta… jamás le hicieron caso los chicos”… Así que estoy convencido de que estos artículos del ocio infantil dedicados exclusivamente a vosotras os hicieron ser mejores mujeres, más guapas, no necesariamente más listas, pero sí que definitivamente más serviciales y trabajadoras. De esta manera seguro que vuestro rol de sumisión a vuestro futuro marido sería total e incondicional. Entre las habilidades que toda niña con ganas de encontrar marido debía dominar estaban:

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Aprender a concinar y a mantener la cocina limpia y ordenada. Ya de bien pequeñas era importante que las niñas aceptasen que su hábitat natural era la cocina, para ello nada mejor que ponerles una en el comedor o en su habitación para que se fuesen acostumbrando.

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Tener la casa bien limpia gracias al “Aspirador Baby”. Con él podías ayudara a mamá a tener los suelos como los chorros del oro, perpetuando así el rol sumiso femenino de generación en generación. “Con gran aspiración” y “Eléctrico”… si es que os lo daban todo hecho… no sé de qué os podíais quejar.

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Tener siempre la ropa lavada, planchada y lista para poner. Para empezar a aprender conceptos como pre-lavado, suavizante, centrifugado… y a dominar los complicados mandos y botones que en un futuro próximo toda niña debía accionar, nada mejor que una pequeña lavadora en miniatura. La ama de casa perfecta no necesita saber demasiadas palabras, ni saber cómo programar un video, pero estas habilidades son básicas para su tarea diaria.

El hombre… hombre.

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Un hombre hombre, un machote, un “españó” de pura cepa castiza no se anda con tonterías. Huele a Brummel y tabaco y está fuerte. Así seguro que triunfará a la hora de encontrar una ama de casa perfecta con la que formar una familia perfecta, con hijos e hijas perfectos. Ni un ápice de feminidad estaba permitido en lo que nos quisieron convertir. No se lloraba, eso era de niñas, y nunca se debían expresar los sentimientos delante de los amigos, con ellos sólo debíamos alardear de nuestras masculinidad. Para conseguir habilidades de super-machos estos fueron algunos de los juguetes que nos ofrecieron:

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El tio cachas. No podía ser de otra manera, o estabas cachas o las amas de casa perfectas antes mencionadas ni te mirarían a la cara. Debíamos ser musculosos cual hombre forzudo del circo. Los gordos eran despreciables, los gordos no eran agradables a la vista, ser gordo era algo a evitar, a las chicas no les gustaban los gordos. ¿Y qué mejor que un gimnasio en miniatura para conseguir tal propósito?

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Ir afeitado es signo de pulcritud. Es igual que no te duches en una semana, mientras vayas bien afeitado todo lo demás no importa ya que lo que de verdad importaba a las amas de casa perfectas es que su hombre perfecto tuviese la faz rasurada y tersa. Y para ir aprendiendo a ser hombres aseados nada mejor que una afeitadora eléctrica de juguete. ¿Era divertido jugar con ella? Pues me imagino, ya que nunca la tuve, que no, ¿qué mierda de gracia podía tener? Escasa, nula o directamente ninguna. Pero nuestro rol de machote seguro que ganaba muchos enteros al disfrutar de su zumbador acariciando nuestra imberbe cara.

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Un macho alfa fuma. No hay nada que haga más duro a un hombre que fumar. El cowboy de Marlboro fumaba, y sinceramente ¿qué ejemplo de masculinidad mayor existe que él? Así que ya de bien pequeñitos era mejor que nos fuésemos acostumbrando al que sería nuestro compañero fiel durante el resto de nuestras vidas: el cigarrillo. Y si era de producción nacional, citando a Siniestro Total… “Que corra la nicotina, hay Ducados en la esquina»

Y hasta aquí esta primera parte. Antes de acabar quiero aclarar una cosa. El sexismo de los juguetes que he comentado hoy no viene dado por ellos mismos, sino por el uso adoctrinador que la sociedad que los creó les dio. Estoy convencido de que cientos de miles de viejunas jugasteis, y disfrutasteis haciéndolo, con una cocina de juguete, y que tantos o más viejunos hicieron lo mismo con su gimnasio… el problema es que las mismas niñas podrían haber disfrutado del gimnasio y que los mismos niños lo podrían haber hecho con la cocina, pero la opción no existió, y si lo hizo fue porque nosotros mismos la creamos al jugar con nuestr@s herman@s o amig@s.

Próximamente publicaré la segunda parte de este post, pero hasta entonces… ¿recordáis vosotr@s algún otro juguete sexista?

Tomad la medicación…