Hace tiempo, muchísimo tiempo, publiqué un artículo, este en concreto, en el que os hablaba de cómo se las gastaban ciertos distribuidores de películas de vídeo para engañar al público. Eran artimañas deplorables pero que debían dar sus buenos resultados pues las estuvieron utilizando durante mucho tiempo. El artículo tuvo bastante éxito y muchos de vosotros me animasteis en su momento a que publicara alguna entrada más al respecto como ya hago con “Secuelas bastardas”. Me complace decir que la espera ha finalizado y que hoy por fin llega la segunda parte de dicho artículo. Espero que de escribir una tercera no se haga tanto de rogar.
Una vez dicho esto os aviso que mejor que os arméis de valor porque lo que vais a ver ahora es la mayor muestra de jeta y desvergüenza que nunca habéis visto en este blog. Y mira que la gente de Falomir ya puso el listón alto como mi socio Manel os explicó aquí y aquí.
Así pues, ¿preparados? Empieza el viaje al paraíso de los caraduras.
1) Jean-Claude Van Damme y el templo maldito.
Pongámonos un momento en situación. En los años 80 hubo un boom de películas de aventuras debido al éxito de los films de Indiana Jones. Es por eso que durante un tiempo las estanterías de los videoclubs se llenaron de películas, la mayoría de serie B, protagonizadas por intrépidos aventureros que iban en busca de algún tesoro perdido en alguna lejana selva. Era tal el volumen de títulos con esa premisa que los distribuidores tenían que hacer algo muy original para que su producto destacara por encima del resto. Y ahora es cuando llegamos a la deleznable táctica que utilizó el distribuidor de “El tesoro de la muerte sagrada” para hacer que su película fuera más apetitosa para el público.
El tío se fue al diseñador de carátulas y le encomendó que le hiciera una bien guapa en la que saliera el protagonista en plan vacilón como Indiana Jones. Algo así, más o menos:
Eso sí, le pidió que no copiara la foto tal cual para que no les acusaran de plagio. El diseñador, que solo sabía calcar, se vio metido en un buen problema. Pero ni corto ni perezoso cogió una foto de “Cyborg”, una película que le había molado mucho, y decidió copiar los rasgos de su protagonista. Total, a Van Damme por aquel entonces aún no lo conocía mucha gente.
Y el resultado fue esta basura:
Ojo con el pavo que es tan infame dibujando que parece que el héroe se haya incrustado el sable en el cerebelo. Hay que ser inútil.
Respecto a la película no tengo ni idea de si es buena o no, pero si tuvieron que recurrir a esta horrible carátula para hacerla más comercial es que debe ser un bodrio de órdago.
2) Una banda de dos cuyo 50% no existe.
En 1987 se estrenó en España “Una banda de dos”, uno de esos films que si bien no se convierten en un taquillazo luego gozan de éxito en el mercado doméstico.
Doy por hecho que la película fue lo suficientemente popular para luego utilizarla para promocionar los siguientes trabajos de sus responsables. Ya sabéis, me refiero a la típica leyenda que hay en algunos carteles y que reza “Del director de…” o “De los creadores de…”.
Así fue como un distribuidor se encontró en sus manos con una película protagonizada por Gary Coleman, cuya triste historia os conté aquí. Pensó que ya que “Una banda de dos” había sido un hit en los videoclubs podía utilizar esto en su beneficio. Decidió que en la carátula indicaría que esta era la nueva película de Gary Coleman tras su arrasar con el film antes indicado. Lo que pasa es que a última hora dudo que hacer solo esto sería suficiente como para engatusar al público. Así que decidió hacer el típico corta y pega y el resultado fue éste:
Estaremos de acuerdo en que es una chapuza de mucho cuidado, ¿no? Pero ahora es cuando llega el momento en que elevamos la chapuza a categoría de cagada universal. Y es que toda esta movida se ha armado para resaltar que Gary Coleman era el protagonista de “Una banda de dos” cuando esto… ¡No es cierto! El protagonista de esa película no es otro que Darius McCrary, famoso entre el gran público por interpretar a Eddie Winslow en “Cosas de casa”, cuya hermana en la ficción acabó trabajando en el cine porno como os expliqué aquí. O sea que todo este trabajo no le sirvió al distribuidor para nada. O sí, que los hay muy tontos.
3) Cuando el exterminio no es la solución.
Para acabar voy a hablaros de un caso que más que por desvergüenza creo que fue debido a la pereza.
Robert Ginty fue un actor que gozó de cierta popularidad en los videoclubs gracias a “El exterminador”, una película en la que interpretaba a un justiciero urbano de lo más cafre. Es por eso que para promocionar sus películas se nombraba el título que le había dado fama o se utilizaba la palabra exterminio y/o derivados en la carátula. Eso fue lo que sucedió con “White fire”.
El hecho es que el distribuidor del film de Ginty también tenía los derechos de otra película llamada “Sol sangriento” y temiendo que ésta no fuera lo suficientemente atractiva para el público decidió aprovechar la fama de Ginty y que ya se había gastado todo su dinero en el diseño de la carátula de “White fire” para perpetrar esta aberración:
Con dos cojones. Por lo menos ha tenido el detalle de cambiar el nombre de los actores porque el resto es todo igual. Imaginaos por un momento a “White fire” y a “Sol sangriento” juntas en la misma estantería del videoclub. Para mear y no echar gota.
Pues con este engendro doy por finalizada esta segunda entrega. Llega el momento en que hagáis vuestras valoraciones al artículo y que si lo conocéis aportéis algún que otro dato. Así pues, contad, contad…
Para leer la tercera parte de este artículo clica AQUÍ.