Estimados viejun@s, hoy voy a hablaros de uninvento que revoluciono nuestras vidas y ayudó a crear esta sordera que a día de hoy tenemos. Ese invento es el walkman.
Podría explicaros muchas cosas sobre el walkman, como por ejemplo que fue una creación que la firma japonesa Sony lanzó al mercado en 1979, pero sé que a la mayoría de vosotros estos datos no os interesan y si os interesan los podéis consultar en wikipedia que para algo se inventó. Yo lo que quiero explicaros es algunas experiencias que viví con mi walkman y que estoy seguro que muchas de vosotr@s también tuvisteis, sino exactamente igual al menos muy parecidas.
Al principio el walkman le dio un aire fresco a mi vida, sobre todo a mis desplazamientos de un lugar a otro, ya que el poder hacerlo mientras escuchaba mi música favorita fue para mí algo maravilloso.
Pronto surgieron algunos inconvenientes que dejaron huella en mí y que ahora os paso a detallar:
1) Cogí el mal hábito de hablar con la gente sin apagar el walkman, ni tan siquiera bajar el volumen. Eso hacía que gritara mucho ya que si no no me oía a mí mismo a causa del alto volumen. El problema era cuando hablaba con algún amigo que también estuviera escuchando música con su walkman. Los chillidos que podíamos llegar a emitir hacían que la gente situada en 20 kms. a la redonda escuchara nuestra conversación. No solo perdí mi privacidad sino que además tengo tal trauma con esto que incluso a día de hoy cuando llevo las orejas tapadas con cualquier cosa, por ejemplo con un gorro en invierno, me comunico con los demás a alaridos.
2) El primer walkman que tuve, tenía los típicos auriculares que iban recubiertos de una lamentable esponjilla de color naranja. Pues bien no si fue debido a una deformidad de mi cabeza, que lo dudo, o la infame “diadema” (lo siento, no sé el nombre de la parte que los sujetaba) a los que iban sujetos, pero lo cierto es que cada día que pasaba los auriculares enfocaban más para adelante que hacia mis oídos. Eso hacía que por muy alto que tuviera el volumen yo siempre lo oía como lejano. Solución: Cogí la manía de apretarme los auriculares con las manos contra mis oídos. Debido a eso siempre que me acerco algo al oído para escuchar algo me lo aprieto violentamente contra él. Así me va que después de alguna conversación larga con el móvil tengo que ponerme hielo en la oreja para que se me baje la hinchazón.
3) El último punto es sobre la de problemas que tuve con las cintas de cassette y el walkman. Me pasaron infinidad de cosas pero ahora os relato solo alguna.
Uno de los problemas típicos que tuvimos todos fue descubrir que al querer sacar el cassette que habíamos metido en el walkman la cinta de este se había quedado atrapada en los cabezales.
Recuerdo la primera vez que me pasó. Pude liberar el cassette pero me quedó algo de cinta fuera de él. El pánico se apoderó de mí cuando vi la cinta, más o menos, así:
Mi amigo Juan, del que ya os he hablado otras veces, me dijo:
– Tranqui, tío. Esto te lo arreglo yo.
– ¿Estás seguro? – pregunté
– Sí. Alguna que otra vez he arreglado cintas que se ha quedado atrapadas en mi vídeo. Esto es lo mismo.
Le entregué la cinta a Juan que volvió al cabo de un rato y me entrego esto:
– Lo siento, tío. La cinta llegó a mí en un estado lamentable y a pesar de mis esfuerzos no he podido hacer nada por ella.
Así perdí mi primera cinta de cassette. Pero podía haber sido peor. ¿Cómo de peor? Veréis, a veces cuando la cinta se quedaba atrapada en los cabezales a todos nos daba por estirar del cassette para liberarlo y claro ibas estirando y cuando te dabas cuenta habías sacado casi toda la cinta de la carcasa y la tenías enrollada en tu cuerpo.
En 1987, el niño Dick Long de Wichita, Estado Unidos, murió de una forma trágica debido a que al intentar liberar la cinta del cassette que se había quedado atrapada entre los cabezales de su aparato reproductor, y cuando digo aparato reproductor me refiero a su radio-cassette no a su pene, evidentemente, sacó tanta cinta que sin darse cuenta se la fue enrollando por su cuerpo. Cuando la cinta le oprimía la garganta ya era demasiado tarde, ya que también estaba atado de pies y manos, y falleció lentamente.
Sus padres, traumatizados por tan terrible perdida, decidieron luchar contra los creadores de cassettes. Para ello montaron una asociación a la que llamaron P.O.L.L.A., Padres Oprimidos por la Letal Lujuria Audiovisual, que no tuvo mucho éxito debido a lo desafortunado de sus siglas que provocaban la mofa constante (una gracia recurrerente por esos tiempo en Wichita era decirles a los Srs. Long “me voy a hacer socio de tu asociación. Me han dicho que es la po**a).
Afectados aún por la muerte de su vástago y enfrentados debido al mal funcionamiento de la asociación, el matrimonio Long decidió divorciarse. Él siguió al frente de la P.O.L.L.A. y ella decidió montar otra asociación que también luchara contra los fabricantes de cassettes. Para ella unió fuerzas con otros colectivos que se sentían perjudicados por otras cosas y fundó el Colectivo Humanitario Opuesto a los Cassettes, la Homofobia y el Ocultismo, o sea el C.H.O.C.H.O., que tuvo los mismos problemas de burlas que su asociación anterior debido a sus siglas.
Otro problema que me encontré con el walkman fue lo rápido que consumía sus pilas. Eso era, principalmente, debido a lo mucho que gastaba al rebobinar. Solución: Rebobinarlo tú mismo. ¿Cómo? Ponías un boli o lápiz en uno de los agujeros del cassette y lo girabas cómo si fuera una onda (espero que al leer este párrafo no te haya dado por dar botecitos frente a la pantalla de tu ordenador mientras dabas unas palmaditas y decías “yo lo hacía igual” porque habrás quedado de lo más patético. Claro que tú también lo hacías. Lo hacía toda la humanidad. No te sientas especial por eso).
Como este sistema de rebobinado era muy cansado tuve que buscar otro. Y la respuesta estaba en mi clase. En ella tenía a un compañero, del que me referiré como XXX y no porque se llame así, que se llama Jacobo Prados García, sino porque aunque me ha dado permiso para contar la historia prefiere mantenerse en el anonimato.
Yo le dije que tíos llamados Jacobo Prados García debe haber miles pero él me dijo que nacidos en Barcelona y que en la actualidad residan en las Alpujarras no tantos. Entre esto y que es director de una popular sucursal bancaria, y cuando digo popular no me refiero que sea del Banco Popular, no, que él trabaja en Caja Madrid, me pidió que no dijera su nombre ni ningún dato personal que le pudiera delatar.
Pues bien, XXX, o sea el seudónimo bajo el que se esconde Jacobo Prados García, sufría ataques epilépticos. Como los niños somos muy crueles aprovechábamos los movimientos compulsivos de sus ataques para ponerle cintas de cassette enganchadas a un boli o lápiz entre sus dedos y/o cualquier orificio de su cuerpo y que así nos las rebobinara.
El problema es que en mi clase, a parte de él, íbamos 29 alumnos más y todos queríamos que nos rebobinara las cintas. Entre la fuerte demanda y que el pobre de Jacobo no tenía ataques cada día, se creó un fuerte malestar en mi clase porque no todos veían satisfechas sus necesidades de rebobinado.
Solución: Provocarle ataques.
Más de uno se plantaba con una linterna frente a Jacobo y le lanzaba cortas, pero continuas, ráfagas de luz contra los ojos para provocarle alguna crisis epiléptica. Rápidamente esta práctica llegó a los oídos de nuestros profesores que prohibieron cualquier intento de provocarle ataques al bueno de Jacobo… digo XXX.
Los profesores enviaron una circular a los padres y los míos cuando se enteraron de lo que le hacíamos a Jacobo… y dale, XXX quiero decir, me quitaron el walkman y jamás me dejaron volver a utilizarlo.
Así terminó mi experiencia con este invento.
Y vosotros viejun@s, ¿tuvisteis walkman? ¿Cómo rebobinabais las cintas? Contad, contad.