Los últimos proyectos de Neil Marshall venían saldándose con fracasos críticos y comerciales. Lejos quedaban ya los días en que se le consideraba casi un maestro del terror gracias a títulos como “Dog soldiers” y “The descent”. Es por eso que “The lair” tenía que ser su revalida. La película se había paseado por la flor y nata de los festivales de cine fantástico antes de llegar a Sitges y su recepción no había sido precisamente positiva. Eso ya no despertaba buenos augurios. Una vez vista, he de decir que no solo no va a servir a Marshall para reflotar su maltrecha carrera, sino que además puedo afirmar que estamos ante otro clavo en el ataúd del director. Y es que difícilmente se puede lograr algo exitoso con una película que ya nace vieja.
Pero no os llevéis a engaño: “The lair” no es una mala película. Es una película que ya hemos visto cientos de veces, eso sí. Estamos ante el enésimo refrito de “Alien” y “Depredador” cuya novedad radica en que vemos la encarnizada lucha entre un grupo de soldados y unos seres monstruosos surgidos de un bunker ruso. Todo ello con una calidad más cercana al típico Direct-to-DVD de principios de siglo que de una producción de cierto empaque. Ojo, esto último que digo no tiene por qué ser malo. Yo mismo soy muy fan de este tipo de productos. Pero uno de Neil Marshall espera un poquito más que eso.
En la parte positiva de la película, hay que decir que sus noventa minutos se pasan casi en un suspiro. Todo en ella es predecible, sí. Pero es lo suficientemente entretenida como para que su visionado no sea una tortura. Tiene bastante acción, no escatima en gore y el diseño de los monstruos, con esos tentáculos que salen desde donde uno menos se lo espera, es bastante potente. Cubre los mínimos necesarios en los aspectos importantes de este típico de películas.
En la parte negativa nos encontramos con un conjunto de tópicos y clichés ejecutados con muy poca pericia, algún problema argumental y algunas cosas confusas. Por ejemplo, a veces a los monstruos se les mata con un par de tiros o una puñalada y otras veces, tras rajarles y arrancarles todos los órganos, estos siguen ofreciendo pelea. Luego, hay cosas metidas con calzador, sobre todo algunas revelaciones finales, que dan hasta vergüencita. Pero lo peor de todo está en el capítulo interpretativo. No hay nadie que ofrezca una interpretación mínimamente decente. Ni uno. La culpa la tiene, en gran parte, un guion que tira de personajes estereotipados. Pero de todo el reparto la que se lleva la palma es Charlotte Kirk. La actriz está infama. Es la más improbable heroína de acción que ha dado el cine en toda su historia. A su incapacidad manifiesta de actuar se le suma ahora su nulidad para las escenas de acción. No voy a decir que está en mala forma, pero sí que no está preparada para las escenas de lucha. Todos y cada uno de sus movimientos están ejecutados con lentitud y poca destreza. Su elección para protagonizar “La guarida” es lo más parecido a un acto de nepotismo. Si es que no lo es.
Lo más doloroso de todo es ver los improductivos esfuerzos que hace “The lair” por molar. Hay una escena a cámara lenta que es el claro ejemplo de lo que digo. Marshall lo intenta todo, pero con el material que tiene poco se puede hacer. Que con esos mimbres haya conseguido presentar una película entretenida ya es para darse con un canto en los dientes.
Cómo apuntaba antes, “La guarida” pasó por diversos festivales siendo castigada con la mayor de las indiferencias en todos ellos. Auguro que el paso que tendrá por las salas de cine será efímero y que luego encontrará refugio en el catálogo de alguna plataforma sin despertar ninguna atención. En unas semanas estará completamente olvidada. No merece más.