Hay cosas en esta vida que dan la sensación de ser inmutables, eternas o, simplemente inmortales. Cuando alguna de estas cosas por la razón que sea desaparece, tu cerebro recibe una descarga de realidad que hace que dudes de todo aquello en lo que creías. De repente te das cuenta de que nada es para siempre, ni tan siquiera tú mismo y esto hace reflotar en tu interior aquel terror adolescente a la muerte. Pues bien, así es como me sentí al leer la noticia de que la revista Interviú desaparecía para siempre. ¿Qué mierdas le esta pasando a este mundo? ¿Tan jodidos estamos? Pues se ve que sí.
Ver cómo muere algo que nació prácticamente contigo te hace replantear muchas cosas y te lleva inevitablemente a una revisión vital centrada en tu relación con ese algo. Personalmente tengo un recuerdo muy claro del cómo y el (más o menos) cuándo conocí la revista Interviú. Supongo que es una historia muy común y que a muchos de vosotros os pasó lo mismo que a mí. La primera vez que vi una Interviú fue en la barbería de mi barrio. Sí, sí, barbería, nada de peluquería, ni de salón de belleza ni de eufemismos dulcificantes: mi padre me llevaba a cortarme el pelo a la barbería. Concretamente a del señor Palomares. Creo que tendría que hacer una entrada para hablar extensamente sobre aquel ya desaparecido lugar, pero hoy me voy a centrar en el tema de la revista. Recuerdo que siempre tenia que esperar a que acabasen de afeitar o de cortar el pelo a alguien y, cómo no, allí habían unas vetustas sillas al lado de las cuales había unas mesitas llenas siempre a rebosar de prensa escrita. Y allí la vi, no os sabría especificar quién era lo protagonista de la portada, pero mis faz ojiplática denotaba mi incredulidad ante lo que estaba viendo: ¡TETAS! ¿Qué digo TETAS?… ¡PECHOTES!… ¿Què digo PECHOTES?… ¡¡¡PEZONES INHIESTOS!!!
Ni cabe decir que a partir de ese momento mi interés por ir a la barbería se incrementó de manera exponencial. A pesar de no ser yo demasiado dado a cortarme el pelo, la recompensa de poder ojear la revista Interviú durante unos minutos era suficiente y compensaba el pequeño sacrificio de haber de pasar por las tijeras del bueno de Palomares.
Posteriormente, ya en la escuela, Interviú junto a las también desaparecidas y añoradas Climax y Lib fueron las precursoras del contrabando de pornografía entre los alumnos y sin lugar a dudas fueron un referente en cuanto a temática pajillera para más de una generación de preadolescentes que todavía tuvimos que cursar la E.G.B. y parte de la secundaria en escuelas segregadas (y en las que no lo eran supongo que también). Con el tiempo, dentro del mundo del intercambio de material pajeable, Interviú fue perdiendo valor frente a otras grandes publicaciones muuuucho más explícitas como Private, New Cunts o Pen.
Cuentan que en el interior de Interviú también se podían leer artículos de investigación y de investigación la mar de interesantes, pero eso también creo que se podía encontrar en la revista Tiempo que también ha cerrado y, seamos sinceros, a la gente le suda la polla que haya cerrado Tiempo…
– ¿Has visto que cierran Interviú y Tiempo?
– ¡No me jodas! Adiós pues a las buenas tetucas y a la información metereolgógica.
– Sí tío, ¡qué mierda!
Por cierto, una pregunta así rápida y al aire… ¿alguno de vosotr@s lee Interviú con el acento en la «u»? Yo toda la vida lo he leído «Intervíu», no sé si soy yo el raro (que sí, que lo soy) o es que en realidad leerlo como se escribe queda como el culo.
Pues bien Interviú nos deja para siempre, lo hace casi de la mano de la que podríamos considerar su inspiración yanky Playboy. Y si ya no nos dejaremos el rabillo del ojo al pasar por delante de un quiosco intentando ver quién es la (o el) protagonista de la portada, quizá lo más triste es que en el fondo esto no deja de ser otra pista más de que el mundo tal y como lo conocimos hace relativamente poco tiempo ha cambiado para siempre. El hecho de tener como táctica de marketing un par de pechos en la portada para vender contenidos quizá era algo que tenía sentido en los años 70, 80, 90 y los primeros 2000, pero la llegada de nuevas realidades, tecnologías e intereses hizo que esto perdiese todo el sentido y que lentamente hayamos llegado al final de una muerte largamente anunciada.
Para siempre quedarán en el recuerdo las tetas de Pepa Flores, Lola Flores y Sabrina Salerno. Para siempre nos quedarán escándalos como el del Conde Lequio y Mar Flores o las prohibiciones del Vaticano a videoclips de Madonna. En el recuerdo siempre tendremos grabados los pósters centrales de Samantha Fox o Marta Sánchez.Y no seremos otros que nosotros mismos los encargados de preservar esa memoria y de darle la importancia que se merece al mundo que una vez conocimos y que con esta noticia ha muerto un poquito más.
Tomad la medicación…