Brian Bosworth, el gran fracaso del cine de acción

Hace unos días estaba en una conocida tienda de DVD’s de Barcelona junto a un buen amigo mío que decidió agenciarse una copia de “Frío como el acero” (“Stone cold”, 1991). Eso nos llevó a mantener una conversación respecto a lo mucho que mola la película y lo poco que se sabe de la carrera posterior de Brian Bosworth, su protagonista. Y es que estamos frente a uno de esos casos difíciles de explicar, el de una persona que lo tiene todo para triunfar y acaba fracasando estrepitosamente. Pero empecemos la historia por el principio.

Ojito al peinado.

Brian Bosworth fue una estrella del fútbol americano universitario, en el que se le conocía con el apodo de “The Boz”. Jugó para los Oklahoma Sooners, uno de los equipos más potentes, con los que alcanzó el status de leyenda. Bosworth fue el primer jugador en la historia en ganar dos veces el Brutus Award, premio que se concede al mejor linebacker de la temporada. Desgraciadamente su paso por el futbol universitario no terminó todo lo bien que Bosworth hubiese deseado ya que fue suspendido por uso de esteroides, cosa que también le llevó a ser expulsado de la universidad. A modo de venganza Bosworth escribió una polémica autobiografía en la que hablaba de sus años en el futbol americano universitario en la que explicaba, con todo detalle, el consumo de drogas en el vestuario y la afición de sus compañeros de equipo y de él mismo a jugar con armas.

La polémica autobiografía.

Una vez finiquitada su carrera universitaria el siguiente paso era acceder a la NFL, la liga profesional. En un alarde de chulería y seguridad en sí mismo Bosworth renunció a ser elegido en el draft para evitar ser elegido por un equipo perdedor y se presentó al draft suplementario no sin antes enviar una carta a la mitad de los equipos de la liga para advertirles que se abstuvieran de ficharle, pues él quería jugar solo en Los Ángeles Raiders y en el caso de que le escogiera otro equipo se negaría a jugar con ellos. Finalmente los Seattle Seahawks, uno de los equipos a los que Bosworth envió la carta, se hicieron con sus servicios, pero para lograrlo tuvieron que ofrecerle un contrato record para un novato de 11 millones de dólares por 10 temporadas. Una vez en la NFL, Bosworth siguió dando muestras de su chulería y de su bocaza, como cuando no paro de meterse con el jugador John Elway de los Denver Broncos antes de un partido. Eso llevó a que los aficionados de Denver fueran al estadio llevando una camiseta con la leyenda “Ban The Boz” (“Prohibid al Boz”). Se vendieron 10.000 de esas camisetas a 15 dólares cada una. Lo curioso es que la empresa que confeccionaba esas camisetas era propiedad del propio Bosworth. Genio y figura.

Lamentablemente su talento para el fútbol no estaba a la altura de su chulería y tras poco más de dos temporadas, en las que constantemente era humillado en el terreno de juego, Bosworth se tuvo que retirar a causa de una lesión de hombro. El médico que lo trató, y que llegó a operarle una docena de veces, dijo de él que tenía 25 años pero los hombros de un hombre de 60.

Que levante la mano el que flipe con esta película.

Pero para bien o para mal Bosworth tenía una gran popularidad y esa fama debía de explotarse de alguna manera. Así fue como un buen día Hollywood llamó a su puerta para ofrecerle el guión de “Frío como el acero”, el vehículo que le tenía que convertir en una estrella del cine de acción. En la película Bosworth interpreta a un duro policía que está suspendido de empleo y sueldo debido a sus expeditivos métodos. Como veis el papel le iba a la medida. Un día recibe una oferta del FBI: Debe infiltrarse en una banda de motoristas especializados en el asesinato y robos al ejército. A cambio se le levantará la suspensión. “Frío como el acero” es un festival de peleas, carreras de motos y destrucción a mansalva. Una autentica gozada de película. Además de su “envoltorio” argumental, que ofrecía algo nuevo para que la película catapultara a Bosworth al estrellato, contó con dos villanos de la talla de Lance Henriksen y William Forsythe. La dirección corrió a cargo de Craig R. Baxley, un especialista en rodar con actores musculosos como Dolph Lundgren en “Dark angel: El ángel de la muerte” o Carl Weathers en “Acción Jackson”. Todo apuntaba a que “Frío como el acero” sería un taquillazo. Pero no fue así. De un presupuesto de 25 millones de dólares solo pudo recuperar poco más de 9. El batacazo fue de órdago, finiquitando de un plumazo las posibilidades de Brian Bosworth de convertirse en un “action hero”. La competencia en el cine de acción de los 90 era durísima y Bosworth no pudo superar el envite. No era la primera ni la última vez que una película diseñada para el éxito fracasaba estrepitosamente llevándose a su protagonista por delante. ¿O acaso hemos olvidado el caso de Klinton Spilsbury? Pero eso no es ningún consuelo. La carrera de Brian Bosworth estaba tocada y hundida. O eso parecía.

Brian Bosworth volvió en lo que parecía ser una secuela.

Increíblemente cinco años después Bosworth tuvo una segunda oportunidad cuando le ofrecieron la posibilidad de protagonizar “One tough bastard”, en la que interpretaría a un sargento de los marines que venga la muerte de su mujer y de su hija a manos de una banda de ladrones de alta tecnología. Además de un argumento trillado la película carecía de acción, limitándose Bosworth a repartir unos cuantos puñetazos como toda muestra de heroicidad. Así fue como el fracaso volvió a llamar a la puerta. La película solo contó con un estreno en vídeo. La cosa olía tan mal que en España se distribuyó con el título de “Frío como el acero: buscando venganza”, como si de una secuela del anterior film de Bosworth se tratara, cosa que ya conté aquí. Ese mismo año llegaría “Cazador de medianoche” (“Midnight heat”, 1996), en la que Bosworth interpreta a un hombre que pierde la memoria tras ser atropellado. Al intentar recomponer su pasado se llevará una gran sorpresa. Sin ser un peliculón sí que es un producto entretenido. Pero ni así. El éxito continuaba siendo esquivo. Bosworth siguió facturando productos para el mercado del vídeo como “Riesgo límite” (“Virus”, 1996) o “Código uno: acción” (“Back in bussiness”, 1997), del chapucero Philippe Mora, y que en países como Alemania se distribuyó con el título de “Frío como el acero 2”, copiándonos así nuestra táctica de secuelas bastardas.

A medianoche no son horas de ir cazando por el mundo.

Tras esto llegarían más y más títulos, como “Contacto ruso” (“The operative”, 2000), “Pánico en el Concorde” (“Mach 2”, 2000) o “La última fase” (“Phase IV”, 2002), junto a Dean Cain, que en España solo se pudieron ver en televisión. En medio de todo esto protagonizó la serie “Lawless”, que no pasó del episodio piloto. A partir de aquí, la nada. Un rol secundario en “El clan de los rompehuesos” (“The longest yard”, 2005), protagonizada por Adam Sandler, y poco más. Actualmente se le puede ver en películas de temática religiosa que a duras penas salen de la frontera americana.

Brian Bosworth en la actualidad.

Es fácil de dar con los motivos del fracaso de Brian Bosworth. Como decía anteriormente en los años 90 la competencia en el cine de acción era durísima. Sylvester Stallone y Arnold Schwarzenegger eran los auténticos reyes del género. Pero en ese momento su reinado empezaba a ser cuestionado por Jean-Claude Van Damme y Steven Seagal. Por ahí también andaba Chuck Norris, que si bien veía como su carrera en cines agonizaba por lo menos aún era el rey del videoclub, terreno por donde también mandaban Dolph Lundgren y Michael Dudikoff. Sumémosle a todo esto la llegada de otros musculosos actores con ganas de comerse el mundo. Hablo de gente como Brandon Lee, Mark Dacascos, Olivier Gruner o Jeff Speakman. Se da la circunstancia que excepto Stallone y Arnie todos eran especialistas en artes marciales, cosa que el público parecía solicitar. Brian Bosworth iba sobrado de físico y carisma, pero las artes marciales no eran lo suyo. Tal vez el no cumplir este perfil, más lo anteriormente enumerado, fue lo que llevó su carrera al traste.

Brian Bosworh es un claro ejemplo de lo que pudo ser y no fue. Siempre tendremos “Frío como el acero” para recordárnoslo.