10 peinados que marcaron los años 80 (2ª parte)

Hacía muchas semanas que os debía la conclusión del post que empecé hace un tiempo. Os podría poner mil excusas y dar cien explicaciones sobre el porqué de tanta demora, pero seria algo tedioso, largo y aburrido, y aquí no hemos venido a pasar malos ratos o ratos olvidables, aquí venimos a iluminar nuestra mente viejuna con excelsos textos que hacen que nuestras ajadas neuronas se den un garbeo dentro de esa cabecita loca que nuestro señor del cielo, padre de todas las cosas, nos dio. Así que si nunca es tarde si la dicha o la picha es buena, más vale pájaro en mano que ciento volando y a ti te encontré en la calle, pues vamos al lío. O lo que viene a ser lo mismo, vayamos de una puta vez a concluir el listado de pelazos que marcaron nuestra infancia de manera definitiva para el resto de nuestras vidas.

Molly Ringwald
Nombre del peinado: “Eh, nena, tengo un club de cinco amigos, el gordo y sus cuatro colegas, que cada noche piensan en ti» 

La que siempre será para nosotros “La chica de Rosa”. Y os preguntaréis… ¿Pero qué tiene de raro este pelo? Y la respuesta fácil y directa es: nada. ¿Porqué la incluyo entonces? Pues precisamente por eso: por su extrema sencillez. Los ochenta fueron unos años de excesos y de dar la vuelta a todas las concepciones preestablecidas hasta entonces. De llevar al límite las cosas para llamar la atención, de intentar destacar de entre la masa informe de gente anónima y de ser lo más original y extravagante posible. Pero ah amigos… El peinado de Molly Ringwald, su estilo miles de veces imitado, nos sirvió como ancla hacia una de las verdades más inmutables: la sencillez es bella. En la primera parte de este listado admiramos pelazos extravagantes y llamativos, pero para saber que lo eran necesitamos tener un referente de “normalidad”, si no hay nada normal no puede haber nada que se salga de la normalidad. Y aquí es donde la tez blanca de Molly resplandecía hasta deslumbrarnos gracias a la simplicidad de un cabello corto perfectamente peinado con un estilo totalmente atemporal. No dejó de ser por tanto un enlace a nuestra esencia más primitiva y primigenia como seres humanos.

Desireless
Nombre del peinado: “Te voy a hacer lo que hacía Vlad el Empalador y así tengo escoba nueva»

El, o la cantante Desireless, de nombre Claudie Fritsch-Mentrop (nombre que tampoco ayuda demasiado a determinar su genero), nos dejo a todos con el ojete enjuto la primera vez que la/lo vimos cantar su éxito inmortal “Voyage Voyage”.  Esta/este diseñador/ra de moda reconvertido/a a cantante seguramente vio un día por la tele a Limahl y pensó: “Joooooooooder… ¡esto lo tengo que mejorar por mis cojones/ovarios!” Y así lo hizo, una tarde de otoño de cierto año de mediados de los ochenta, Desireless se fue al Mercadona/Mercadono de su barrio y arrasó con todas las existencias de laca y fijador para el pelo que encontró. Lo  mezcló todo, se lo echó sobre su cabellera y se pasó las siguientes 72 horas peinándose hacia arriba. Así fue como se presento al mundo este personaje, personaje al que por cierto la humanidad jamas perdonará que cediese los derechos de su gran éxito al engendro de boy band llamado Magneto. Cuenta la leyenda que los terribles dolores cervicales que sufrió Desireless a causa del peso de fijador capilar que usó hicieron que los médicos le/la obligasen dejar de peinarse así, en cuanto lo hizo, su fama se esfumó como la fuerza de Sansón.

Adre Agassi
Nombre del peinado: “Gano un pastón y me sudan la polla las normas de etiqueta»

Vaaale, el muy cabrón era calvo y ese no es su pelo y mejor le hubiese quedado un gato muerto en estado avanzado de descomposición que la mierda de peluca esa. Vale, sí, tenéis razón…  todos conocemos la historia. Pero con esa aberración sobre la cabeza Andre Agassi abrió muchas puertas. Me explico. Mi batalla adolescente sieeeempre fue la de llevar el pelo largo. Broncas con mi madre, broncas con mi padre, broncas con el barbero (fijaos que digo barbero, no peluquero), broncas con la castañera de la esquina… Y la razón y la explicación que siempre me daban era la misma: no es de buena educación llevar el pelo largo. Gracias a Andre Agassi puede rebatir de una vez y para siempre ese zafio argumento. El tenista que se beneficiaba a Brooke Shields cuando a ella aún le quedaban centímetros de  cara sin operar, fue un revolucionario del deporte que practicaba. No tanto en su estilo jugando si no con su estilo vistiendo. Se pasó por el forro toda la pompa y circunstancia del tenis y con su aspecto revolucionó un mundo que hasta entonces había sido totalmente cerrado a cambios estéticos. Así que sólo por el hecho de ser un rompedor de convencionalidades arcaicas, el calvo de Las Vegas, merece tener su falso peinado entre los más importantes de la década.

Madonna
Nombre del peinado: “Te estás poniendo palote mirándome y me mola»

La eterna diosa cambiante. Todas las que han venido después de ella no han sido más que lamedoras de su estela. Madonna innovó con su “peinado despeinado” y a todos nos la puso como el zapato de Miliki. Lo revolucionario de su aspecto capilar fue que parecía que se acababa de tirar a todos los jugadores de la superbowl (seguramente esto fue algo que hizo en algún momento de su vida) pero curiosamente cada uno de sus cabellos estaba perfectamente colocado dentro de un desorden controlado. Después había todo aquello que siempre miraba con cara de golfa y tal, pero bueno, eso ya es algo que analicé hace un tiempo en este post. Muchas fueron las que intentaron imitarla y no era raro ver intentos de aspirante a Madonna por los institutos. Pero no les quedaba igual, ni de coña.

Constantino Romero
Nombre del peinado “El pelo es oro»

“¿Nos estás vacilando, no?” estaréis pensando. Pues no, para nada. Igual que pasa en la música donde muchas veces es más importante dónde están colocados los silencios en vez de dónde están colocadas las notas, con el tema del pelo pasa lo mismo. Sí, el inolvidable Constantino era calvo, y es por eso mismo que tiene concedido su puesto en el Olimpo de los peinados ochenteros, porque su falta de pelo dignificó a todo un colectivo, muchas veces anónimo y sin voz, que sufre minuto a minuto la ausencia de sus añorados folículos pilosos.  Es algo tan duro y grave que incluso la OMS últimamente se está planteando incluir la calvicie dentro de las discapacidades físicas más severas. Constantino Romero dio la cara por todos vosotros, calvos del mundo, y lo incluyo aquí para que veáis que desde el otro lado no nos olvidamos de vosotros y de que os apoyamos. Otra cosa que hizo “la voz” fue con su presencia en la TV fue democratizarla. A partir de entonces entendimos que cualquiera, fuese alto, bajo, feo, guapo, con melena o aprendiz de Mr. Proper, tenía derecho a como mínimos sus quince minutos de gloria en televisión. Constantino Romero cambió el paradigma. Gracias tito Vader.

Y hasta aquí este humilde repaso sobre las modas capilares. Podría haber sido mejor, podría haber sido peor, pero es lo que mis neuronas han dado de sí. Así que si lo creéis conveniente comentad, complementad y haced crecer este texto y convirtamos este espacio virtual en una suerte de orgía de queratina.

Tomad la medicación…