Hace pocos días, leyendo los comentarios sobre una noticia relacionada con el inminente estreno de la nueva adaptación de Zipi y Zape a la gran pantalla, se me quedó grabada una frase que hacía referencia a nuestra generación de viejun@s y nos definía como «la generación de Star Wars». No seré yo quien niegue tal aseveración, ni creo que sea algo que se pueda discutir demasiado, pero… creo que sería injusto dejarlo ahí. Sí, la obra de George Lucas nos influyó y nos hizo soñar con planetas lejanos, sables láser, princesas en apuros y en caballeros andantes siderales, pero creo que Superman hizo algo más, más allá de hacernos soñar: nos hizo creer. ¿Creer en un extraterrestre dotado con extraordinarios poderes cuyo objetivo, desoyendo los consejos de su padre, es el de salvarnos a todos? Pues sí, creer, tampoco dista demasiado de los que proponen algunas religiones, ¿no? Y más importante aún, nos hizo creer que podíamos volar. Y no me refiero al acto físico de surcar el cielo con nuestra ondeante capa roja al viento, no, no sólo eso, hablo desde la la metafísica del volar, Superman nos hizo capaces de ver más allá de nuestras narices, nos hizo creer en que podíamos ir más alto, más rápido, ser más buenos y, en definitiva, ser mejores personas haciendo felices a quienes nos rodean. Es por eso que me niego a aceptar que solamente somos la generación de La Guerra de las Galaxias (hablé sobre su álbum de cromos hace un tiempo aquí), sería una falta de respeto y una falta a nuestra propia naturaleza y a nuestros orígenes negarle a nuestro extra-terrestre Kryptoniano favorito, su estatus de referente generacional.
Cuando la película original se estrenó yo tenía cuatro años. Mis padres me llevaron a verla al cine, eso lo sé seguro, pero no soy consciente de haberlo hecho. Lo que me hizo terriblemente fan del personaje y de la película fue la colección de cromos que sobre él y ella publicó la editorial Fher S.A. Recordad viejun@s que estamos hablando del año 1978, momento en el cual para ver una película tenías muy pocas opciones. Más allá de ir al cine sólo te quedaba la opción de esperar varios años a que TVE comprase los derechos de emisión y pudieses verla en el salón de tu casa (las veces que emitieron cualquiera de las tres primeras partes de la saga de Superman para mí siempre eran una fiesta). El videoclub era un negocio tan y tan incipiente que prácticamente no había ni llegado a estos lares y, por suerte, mis padres no tenían la posibilidad de descargarse una bazofia de versión de la película grabada con una porquería de cámara de mano, de hecho si lo hubiesen podido hacer, y lo hubiesen hecho, los habría odiado eternamente por desmerecer de tal manera al noble arte del cine.
Gracias al álbum de cromos que poco a poco fui completando gracias a la compra de sobres y al intercambio «tengui-falti», tanto en la escuela como en el mercado de Sant Antoni, podía tener la película en mis manos siempre que quería. La podía ver, a pesar de no haber acabado la colección, y seguir la historia tantas veces como me viniese en gana y, de paso, alucinar con los fotogramas más espectaculares de la cinta. La edición es de una calidad exquisita y los cromos están impresos sobre un cartón de considerable gramaje que los hacen prácticamente imperecederos. La única pega quizá sea el tamaño de los mismos, un poco más grandes hubiesen sido espectaculares, pero supongo que esto hubiese disparado el precio de la colección. El álbum en sí consta de 180 cromos, un póster central y una foto de Clark Kent a página completa antes de la contraportada. Los más flojo del conjunto, visto a día de hoy y según mi humilde opinión, quizá sean los textos que acompañan los cromos. Escritos por alguien mientras veía la película, acompañan y explican la acción de las imágenes. Recuerdo a mi padre leyéndomelos y a mi, posteriormente, haciéndolo cientos de veces y disfrutando de ellos, pero releídos actualmente se pueden localizar demasiadas expresiones subjetivas añadidas a la trama que para mí le restan calidad al global del álbum.
Una curiosidad que siempre me ha rondado la cabeza es el cómo se realizaban las capturas de las escenas para llevarlas al papel. ¿Alguien hacía fotografías directamente a la proyección sobre algún tipo de pantalla? ¿Se pasaban los fotogramas a diapositivas y estas posteriormente se transferían al papel de los cromos? ¿Era un trabajo que se realizaba aquí o era algo que venía hecho ya desde EEUU por la DC? Si alguien lo sabe me encantaría conocer la respuesta.
Mi relación con Superman siguió gracias al volumen especial que publicó Novaro: «La historia de Superman», posteriormente las siguientes dos películas con sus correspondientes álbumes y, más adelante seguí los cómics e incluso vi morir al héroe por excelencia en «La muerte de Superman» y «Funeral para un amigo». Pero he de reconocer que la raíz de mi afición por el personaje tuvo un principio claro e innegable que fue esta colección de cromos. Es por eso que la conservo, en un estado mucho más que aceptable, como uno de mis grandes tesoros, no por su valor económico que alguno tendrá, sino por su valor histórico dentro de mi historia personal. Gracias a él empecé a creer…
¿Recordáis la colección? ¿Os falta algún cromo? ¿Sí? Pues los siento, los míos se quedan donde están ;-)
Tomad la medicación…