¡Es la hora de las lentas!

Hay que ver cómo cambian las cosas con el paso del tiempo, ¿verdad? En la actualidad ligar es muy fácil. Todo el mundo puede hacerlo y no hace falta ni salir de casa. Solo tienes que tener una buena foto de perfil en Tinder, Badoo o Adopta un tío y te inflas a follar. Y no hace falta que seas guapo, ¿eh? Tú coge cualquiera de tus fotos y tras pasarle diez mil filtros pasas de ser el Rey de los Orcos a un Adonis. En serio. Luego si el truco funciona ya tendrás que quedar con el susodicho/a y ver qué sucede, pero desengáñate, muy mal tiene que estar la cosa para que no triunfes. Piensa que la persona que ha decidido quedar contigo al igual que tú tiene la autoestima por los suelos y no se va a poner en plan sibarita si en persona no eres igual que en las fotos. No está la vida como para ir despreciando polvos fáciles. Además, con el palo que da salir de casa ya que has hecho el esfuerzo que menos que auto recompensarte con un revolcón con el primer idiota que te lo propone o acepta hacer contigo. Antes la cosa estaba mucho más jodida. Antes para ligar tenías que salir obligatoriamente de casa y lo que es peor, socializar. La cosa era chunga porque en los 80-90 solo contabas con tu presencia y tu desparpajo. Por esos años no había ningún filtro aplicable que te hiciera el trabajo sucio. Era una labor titánica saber encontrar una manera impactante para entrar a las chicas y que ese vil truco te funcionara. Y cuando por fin le habías pillado el tranquillo al tema y empezabas a tener tus primeros escarceos amorosos va y aparece el SIDA para joder la fiesta. Que sí vale, ahora también hay SIDA, pero no es como el de antaño. Al igual que las chucherías y los dibujos animados el SIDA de antes molaba mucho más. La peña palmaba como moscas. Te diagnosticaban la enfermedad y no durabas ni dos putos telediarios. A eso añádele la lacra social que conllevaba tener ese mal. Hoy eso no sucede. Hoy en día ser portador del VIH está terriblemente sobrevalorado. Como “Stranger things”. En la actualidad no impresionas a nadie teniendo SIDA. En el año 2018 le dices a alguien que lo tienes y lo máximo que te dirá es algo del estilo “Pues échate un rato, a ver si se te pasa”. Y es que al igual que le ha pasado a Georgie Dann el SIDA no ha sabido adaptarse a los nuevos tiempos tras petarlo en los 80 y 90. ¡Ay, las enfermedades de transmisión sexual de antes! Menudos recuerdos.

Al contrario de lo que mucha gente opina la música de Georgie Dann no ha provocado muertes como el SIDA. O al menos no se ha podido demostrar.

Pero me estoy liando. A ver, decía que en los 80-90 tenías que salir de casa para conocer gente del sexo contrario. Y el mejor lugar para conocer personas con las que ligar eran las discotecas. Si te gustaba la gente del sexo contrario, claro. Si te gustaban las de tu mismo sexo creo que te tenías que apuntar a las convivencias del Opus, pero no lo sé seguro. Las discotecas, o mejor dicho sus propietarios, conocedores de eso lo que hacían era facilitar la ardua tarea del ligoteo con su música. A mí me hicieron un gran favor, la verdad. Durante mi adolescencia tenía un gran problema de timidez y me costaba horrores entrarle a las chicas. Yo solo sabía ligar con las lentas. Y cuando digo lentas me refiero a con baladas sonando de fondo no a con chicas a las que le faltara un hervor, ¿eh? Mis colegas de fiesta y parrandeo tampoco eran un ejemplo de arranque ante las chicas así que para todo el grupo era muy importante que en la discoteca pusieran lentas. Esto era lo más importante de todo. Cuando íbamos a una discoteca nueva le preguntábamos dos cosas al tío de la entrada. Eran dos preguntas que hacíamos por orden de importancia: 1) ¿Ponéis lentas? 2) ¿Hay que pagar suplemento por los cubatas? La segunda era una cuestión a tener muy en cuenta también. Era muy desagradable ir a la barra pedirte un whisky con cola y que tras servírtelo te dijeran que tenías que pagar 100 o 200 pesetas además de entregar el tique de consumición. En esa época en que la peña salía con la pasta justa que te dijeran que tenías que abonar 100 pesetas por una copa te podía matar (recordad que estoy hablando de mi adolescencia en la que dependía exclusivamente de la paga que me daban mis padres y no como ahora que soy económicamente independiente gracias al fideicomiso que me dejaron en herencia) porque lo más probable es que a esas horas no llevaras ni un duro encima. Así que mejor evitar situaciones desagradables que podían acabar con tu expulsión del local. Riesgo cero.

Antes de entrar a la discoteca resuelve todas tus dudas con el portero.

Sigamos. Tras haber realizado las dos preguntas anteriormente comentadas al tío de la puerta y tras recibir la respuesta que deseabas escuchar, o sea 1) Sí 2) No, procedías a entrar en el local con andares chulescos. Lo primero, tras guardar la chaqueta en el guardarropía, era dirigirte a la cabina del DJ para preguntar a qué hora pondría las lentas. La fijación con el tema era total pues de ello dependía todo por lo que llevabas suspirando, y porque no decirlo también pajeando, toda la semana. Una vez sabías la hora de las lentas empezaba oficialmente la operación “Por favor Dios mío no permitas que mis colegas liguen y yo no”. Te ibas a la barra, te metías un buen copazo, sobrio no ibas a ligar ni de coña, y empezabas a tantear a las chicas que iban desfilando por el local.

Una vez habías consumido la copa te marcabas unos “dancings” para impresionar a las féminas, aunque lo más seguro es que solo les provocases arcadas, y llegado el momento entrabas en acción. Hay que aclarar que en ese punto se podía actuar de dos maneras:

1) Entrarle a una chica cinco minutos antes de que empezaran las lentas, así que cuando empezaran a sonar las primeras notas de una balada le espetabas un “¿Bailas?” y dependiendo de tu saber proceder en los cinco minutos anteriores la chica te respondiese con un “Sí”. Es lo que se conocía como la táctica “Valor y al toro”. ¿Qué como entrarle a una chica? Cualquier mierda de frase servía. Un “Hola, ¿cómo te llamas?” seguido de un “¿Vienes mucho por aquí?” ya valía para romper el hielo. Ya después te tenías que currar alguna gracieta y proseguir a hablar de cualquier gilipollez. Intercalando chistecitos, claro está. Pero esto había que hacerlo intentando que los nervios no delataran tus sucios propósitos, o sea, nada de tartamudear y evitar a toda costa las hemorragias nasales. Esto último sobre todo. Lo creáis o no espanta a las chicas.

El típico come orejas dándole la chapa a una pobre chica.

2) Jugártela el todo por el todo. Esperar a que sonarán las lentas, acercarte a la chica y preguntarle si quería bailar. Si accedía toda tu suerte dependía de lo que fueras capaz de hacer y decir en lo que duran tres baladas. Y para alguien como yo era muy jodido soltar frases ocurrentes mientras me contorneaba lentamente tratando de ser seductor al ritmo de la música. Era la táctica conocida como “Caminando por el lado salvaje de la vida”. Era un proceder muy hardcore pero si lograbas triunfar eso te aseguraba un puesto en el Salón de la Fama del ligoteo.

Tras las tres baladas de rigor, cuatro a lo sumo, la suerte estaba echada. Con fortuna tras la última nota del último tema te ibas a algún rincón a darte el lote con la susodicha. Si habías estado sembrado con tus gracietas es probable que ya estuvieras intercambiando babas y gérmenes durante las lentas. Si por el contrario no habías conseguido bailar con ninguna chica ya lo mejor que podías hacer era irte para casa. Si no habías sabido ligar cuando todo te era propicio no ibas a saber hacerlo cuando la suerte te había dado la espalda. No te quedaba otra que desfilar para casita y esperar que la semana pasara rápidamente para volver a tener una oportunidad el fin de semana siguiente. Así era de dura la vida.

Otro sábado sin ligar.

Y básicamente esto era lo que sucedía en los 80-90 en las discotecas. Lo que sucedía después de salir de la discoteca si conseguías ligar no lo voy a explicar aquí porque no procede. Esta no es una de esas páginas sucias, es un blog serio. Además con los tiempos políticamente correctos que corren cualquier historia, real o no, un poco subida de tono podría acarrear el cierre del blog y que a mí me banearan de Facebook, Twitter, Instagram y Seguridad Social y tampoco es plan.

Evidentemente este artículo ha estado escrito bajo el punto de vista de un chico, o sea yo, por lo que la versión de los hechos cambiaría y mucho de estar explicada por una chica. Pero como en Retro Memories no hay chicas, y no porque discriminemos a las mujeres sino porque no hay ninguna lo suficientemente insensata que quiera trabajar con nosotros, lo mejor que podría suceder es que alguna de nuestras lectoras explicara su visión del tema. ¿Alguna se anima?