La foto de la semana: La mano loca

En un mundo donde todo los jóvenes se divierten con la Wii o la Playstation 3 se hace difícil creer que tan solo veinticinco años atrás, uno se pudiese divertir con algo tan absurdo como la mano loca.

Las principales ventajas de la mano loca eran su bajo precio y que se podía comprar en cualquier parte, quioscos y tiendas de chuches principalmente, e incluso la regalaban con algún pastelito como por ejemplo Phoskitos. Estos dos motivos le propiciaron una larga y exitosa vida comercial.

La mano loca era elástica y pegajosa. Gracias a sus propiedades adherentes podíamos atraer con ella objetos de poco peso. ¿Quien de nosotros no le robo un folio a su compañero de pupitre mediante la mano loca?

El colmo de la diversión era cuando la lanzábamos contra el techo y una vez pegada allí nos quedábamos observándola y esperando a que se desenganchara y cayese. El summum ya era cuando el techo al que lanzábamos la mano loca era el techo de nuestra clase y esperar a que cayera sin que lo viese el profesor.

Pasado los primeros días de diversión, la mano loca se volvía aburrida. Además atraía el polvo de tal manera que acababa perdiendo sus “poderes pegajosos”, pero para lo que nos había costado ya estaba bien.