La (falsa) voz de Carl Sagan. «Cosmos: un viaje personal»

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Si hubo un programa de televisión que marco mi niñez a parte de los consabidos Barrio Sésamo, Sabadabadá, 1, 2 ,3 Responda otra vez o Gente Joven, fue, sin lugar a dudas «Cosmos: Un viaje personal». Tampoco os voy a engañar dinciendoos que con ocho años (se emitió por primera vez en España en 1982) entendía todo lo que Carl Sagan explicaba en los diferentes capítulos de la serie. Pero os aseguro que me fascinaban las imágenes, las extrañas teorías y los decorados futuristas que llenaban la pantalla del televisor de nuestro comedor cuando se emitiá «Cosmos».

¿Quién fue Carl Sagan?

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Este astrónomo y catedrático de la universidad de Cornell nacido en New York en 1934 fue un revolucionario en su época por muchas razones. Estuvo involucrado en importantes trabajos científicos como el descubrimiento de las características de la superficie planetaria de Venus, el desarrollo del programa de búsqueda de inteligencia extraterrestre (SETI, en el cual si queréis podéis participar aquí) y uno de sus más populares: la posibilidad de mandar un mensaje escrito a una posible civilización extraterrestre que se materializó con las placas de oro grabadas que llevan en su interior las sondas Voyager, que hace más de treinta años que realizan un viaje sin retorno hacia el infinito.

Su popularidad creció exponencialmente a finales del los años 70 del siglo XX cuando junto a Ann Druyan (su última esposa) y Steve Soter escribió el guión de la serie de televisión de divulgación científica «Cosmos». Su objetivo principal era llevar al gran público la historia de la astronomía, pero se incluyeron también en los guiones otros aspectos relacionados con la ciencia como el origen de la vida en la tierra.

Fue autor de una buena cantidad de libros relacionados con la astronomía y de alguna que otra novela como «Contact» que posteriormente fue llevada al cine por Robert Zemeckis en 1997. Sagan asesoró a los guionistas de la película pero no la pudo ver estrenada ya que en murió en 1996 debido a las complicaciones de una neumonía que se agravó debido al síndrome mielodisplásico que sufría desde dos años antes.

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A mi entender «Contact» es un peliculón, tanto por su trama científica como por su vertiente humana y recomiendo encarecidamente su visionado.

Carl Sagan fue conocido por su tremenda facilidad por hacer entendibles al gran público conceptos científicos que hasta ese momento permanecían encerrados en oscuros laboratorios universitarios. Su tremenda capacidad de comunicación y un estilo directo y, podríamos llegar a decir seductor, delante de las cámaras, hicieron del científico norteamericano un personaje ampliamente popular en todo el mundo. Sus ideas y creencias hicieron que también fuese un personaje rodeado de gran controversia. Todo el puritanismo americano lo odiaba ya que fue un gran consumidor y defensor declarado del uso de la marihuana. Esta es una de las declaraciones que hizo en un artículo que escribió sobre la mágica planta y que podéis leer íntegramente aquí:

“Que el Cannabis sea ilegal es realmente increíble, el completo impedimento de utilizar en su totalidad algo que te ayuda a producir una profunda serenidad, sensibilidad y fraternidad tan desesperadamente necesitada en este loco y peligroso mundo”

El artículo se incluyó en el libro «Marihuana Reconsidered» del profesor de psicología Lester Grinspoon:

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Al afirmar categóricamente la certeza del origen evolucionista del ser humano postulado por Darwin se puso en contra a todos los creacionistas americanos, no olvidéis que en EEUU son muchos los que creen que la mano de dios puso al hombre en la tierra amasando un puñado de barro y creó a la mujer arrancando una costilla al pobre Adan. Estos pirados ncluso tienen escuelas y libros que defienden a muerte la literalidad de lo que expresa el libro del Génesis. Cuando Sagan se declaró totalmente agnóstico acabó de poner en su contra el resto de creyentes del mundo. Afirmó que la ciencia era la única manera empírica para demostrar la existencia de lo tangible y que, hasta el momento, jamás había presenciado ni sentido ningún evento que se pudiese relacionar con la existencia de ningún dios. Para acabar de sumar enemigos a su ya cada vez más extensa lista, Carl Sagan fue un activista en la lucha contra la pseudo-ciencia y directamente atacó con sus declaraciones a la astrología. Por ejemplo, en referencia a los horóscopos, dijo que en el momento del nacimiento los humanos estamos más influenciados por la gravedad del médico y del edificio más cercano que no por ninguna desconocida fuerza que pueda generar ningún satélite ni planeta. Todos los Uri Gellers y Rappeles del mundo se rasgaron sus túnicas floreadas por lo que defendía Sagan. Malditos impostores.

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Hay quien afirma que Sagan tenía un ego superlativo y que en muchas ocasiones se comportaba más como una diva que como un científico. No lo puedo afirmar o desmentir ya que no lo conocí. Lo que sí que os puedo recomendar, si estáis interesados en el personaje, es la lectura de su libro «Miles de millones» donde Carl Sagan, a parte de cargarse con sorna a todos los que hicieron mofa de la falsamente atribuida a él coletilla que da título al libro, reflexiona sobre los grandes temas de finales de siglo como la muerte o el aborto. Cabe remarcar especialmente el epílogo escrito por su esposa en el que explica la manera como el científico abordó los últimos días y momentos de su vida sabedor de que iba a morir.

«Cosmos: un viaje personal»

A lo largo de los años he revisado varias veces la serie de Carl Sagan y os aseguro que tanto si la visteis como si no vale la pena que también lo hagáis, pero dejadme intentar recordar y explicaros qué fue lo que me impresionó más la primera vez que la vi cuando era un niño. Para empezar los decorados. Carl Sagan nos invitaba a subir a su futurista nave y acompañarlo en un viaje a los confines del universo, un viaje en el espacio y el tiempo. El visionado de la sala de control de esa nave, y las imágenes que llenaban los viajes me atraían sobremanera. Las escenas incluían primeros planos de las manos de Sagan manipulándolos para cambiar de rumbo y/o destino.

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La música que acompañaba a las imágenes era hipnótica. Las piezas musicales compuestas por Vangelis casaban a la perfección con las atrayentes imágenes de la serie. Recuerdo que en muchas ocasiones había interminables planos-secuencia de cielos estrellados, planetas y galaxias que te dejaban enganchado a la pantalla de la televisión simplemente por la belleza de la perfecta simbiosis entre música y impacto visual. Si tenéis diez minutos relajaos, subid el volumen, dadle al play y maximizad este video:

Los títulos de los episodios eran también muy sugerentes. Ya os he dicho antes que seguramente no entendía nada de nada o muy pocas cosas de lo que veía, pero la poesía de las palabras que encabezaban cada entrega te sumergían irremediablemente en lo que tenía que suceder a continuación. De hecho parecen pequeños haikus, deteneos unos segundos en cada frase y veréis lo evocadoras que pueden llegar a ser:

  • En la orilla del océano cósmico
  • Una voz en la fuga cósmica
  • La armonía de los mundos
  • Cielo e infierno
  • Blues para un planeta rojo
  • Historias de viajeros
  • El espinazo de la noche
  • Viajes a través del espacio y el tiempo
  • La vida de las estrellas
  • El filo de la eternidad
  • La persistencia de la memoria
  • Enciclopedia galáctica
  • ¿Quién habla en nombre de la Tierra?

¿Alguien ha detectado alguna referencia Daliniana?

Otra cosa que recuerdo eran las dramatizaciones que incluía el programa. No todo eran imágenes de planetas o galaxias, cuando hacía falta para el contexto de lo que se tenía que explicar salían actores que nos hacían vivir más directamente los conceptos. Hubo dos que me marcaron especialmente. En el capítulo «Lar armonía de los mundos» unos actores interpretaban las vidas de Johannes Kepler (postulador de las tres leyes del movimiento planetario) y de Tycho Brahe (conocido por sus meticulosas observaciones del cielo), las observaciones de Brahe fueron fundamentales para el trabajo de Kepler, pero eso no fue lo que marcó. Resulta que Tycho Brahe había perdido su nariz en un duelo y para disimular la falta del apéndice nasal usó el resto de su vida una prótesis de oro y plata. Me aterraba aquella imagen, me hacía pasar miedo y durante años, cuando iba a dormir temía que de repente aquel señor apareciese en mi habitación. Podríamos decir que Carl Sagan hizo que, a través de «Cosmos», Tycho Brahe pasase de ser un científico medieval a ser mi personal monstruo del armario.

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En el capítulo «Viajes a través del espacio y el tiempo» para explicar la teoría de la relatividad de Einstein y su relación con los viajes temporales ponían como ejemplo a dos hermanos que de pequeños son separados. Uno se quedaba en la plaza del pueblo y el otro (Paolo) subía a una vespa y conducía unos minutos a la velocidad de la luz. Al regresar a casa, el viajero lo hacía teniendo la misma edad que cuando partió, pero el que se había quedado había envejecido muchos años y ya era un venerable anciano. Me apenó mucho la historia ya que sentía lástima por aquellos dos pobres hermanos que no habían podido jugar juntos y que ahora parecían abuelo y nieto. El capítulo hablaba de años luz y de edades y de jóvenes y viejos, no debí entender nada de nada en cuanto a lo científico, me quedé con el drama humano que suponía la relatividad de las cosas.

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Finalmente, lo que más me impactó de la serie fue la voz de Carl Sagan. Bueno, de hecho, la falsa voz de Carl Sagan. Llevo muchos años siendo el típico pedante que defiende a ultranza las versiones originales, sí, lo he de reconocer. Pero ahora mismo desgarro mi corazoncito viejuno de gafa-pasta y os confieso que aquella voz, la que para mí siempre fue la de Carl Sagan pero que en realidad no lo era, me provocaba un estado de tranquilidad y felicidad como ninguna otra ni antes ni después que aquella. El tono perfecto para acompañar las imágenes perfectas. Aún hoy escuchar aquel doblaje me pone la piel de gallina y me retrotrae a momentos muy especiales de mi niñez. Escuchad, solo por el placer de escuchar:

Creo que el actor de doblaje José María del Río hizo un trabajo perfecto, las pausas,  las entonaciones las cadencias y las caídas de las frases no podían vestir de manera más perfecta el mensaje y los conceptos de «Cosmos».  Aquí podemos ver una pequeña entrevista donde habla un poco sobre la serie y de su trabajo en general:

Escuchar aquella voz me dejaba clavado en el sofá, me capturaba de una manera que no podía explicar ni entonces ni ahora. La suma de aquella voz profunda y próxima con la música, las imágenes, el mensaje y las historias explicadas hicieron que «Cosmos: un viaje personal» fuera el programa de televisión no infantil que dejó más huella en mí. Gracias Carl, gracias José María, mi experiencia vital hubiese sido mucho más pobre si no hubiese sido por vuestro trabajo. Sirva este humilde post para rendiros homenaje a los dos.

¿Y vosotros qué viejun@s? ¿Os acordáis de «Cosmos»? ¿Os gustó tanto como a mí? Contad, contad…

Tomad la medicación…