Dos toneladas de sangre. Esa tremenda cantidad es la que aseguran los responsables de “Project Wolf Hunting” que fue usada para la realización de la película. Y una vez vista la propuesta del coreano Kim Hong-Sun, me quedo con la sensación de que esa cantidad fue calculada a ojo de buen cubero y que se han quedado cortos, porque estamos ante uno de los mayores festivales hemoglobínicos de la historia. Incluso por momentos llegué a sentir que yo mismo estaba chapoteando en sangre que había salido de la pantalla.
Una vez dicho esto, más de uno debe estar pensando ya que estamos ante un recital de acción y violencia que parece predestinado a convertirse en un clásico instantáneo. Pues mira, no. Ojo, no digo que “Project Wolf Hunting” sea una mala película. Para nada. Pero es un claro ejemplo de eso tan típico de que a veces más no significa mejor. En este caso en concreto, todo es tan excesivo que llega a cansar.
Hay que decir a favor de la película que intenta darle un mayor empaque al argumento que el que le dan la mayoría de las cintas de acción. Y, de hecho, se agradece que intente sorprender con sus varios giros. Lo que pasa es que todo ese esfuerzo es en vano porque todo en la historia que narra es tan tramposo y patillero que uno tiene que hacer una gran suspensión de la credibilidad para poder disfrutar el mínimo exigible sin sentirse tonto. Porque si te pones a analizar con mínimo de seriedad y exigencia el guion, dejas de ver la película a los diez minutos. Y es que, ¿de verdad alguien puede llegar a creerse que para trasladar a los peores criminales del país se utilice un buque de carga? Si eres capaz de pasar esto por alto, ya luego todo lo incongruente que viene después te va a parece peccata minuta y vas a pasarlo bien con el visionado.
Vale, una vez expuesto todo lo anterior y suponiendo que tú eres como yo y que mientras hayan hostias bien dadas los problemas argumentales te la traen al pairo porque a ti no te preocupan los agujeros en el guion mientras hayan agujeros de bala en la cabeza de todo quisqui, he de decirte que en “Project Wolf Hunting” vas a encontrar los suficientes momentos de gozo como para justificar el precio de la entrada. Te vas a hartar de ver gargantas arrancadas, peña acribillada y momentos muy locos, como aquel en el que a un tío le arrancan el brazo y le empiezan a hostiar con su propia extremidad amputada. Dudo que en esta vida haya mayor humillación que ser apalizado por tu propia mano que te acaban de arrancar. Bueno, a no ser que seas Clara Chía y te hayan comparado con un Twingo. Eso es peor, sí.
Pero como dice el dicho, y también los eyaculadores precoces, lo poco agrada y lo mucho cansa. Y si bien ver una garganta cercenada y observar como brota la sangre por ahí es divertido, verlo dos veces ya no lo es tanto. Y verlo treinta y siete es agotador. Ese es el gran mal de “Project Wolf Hunting”. Todo se repite sin parar. Ves los mismos golpes y las mismas acciones una y otra vez. Hay violencia, sí. Pero la violencia sin unas buenas coreografías, ya sean de peleas o de tiroteos, es menos efectiva. Y es justo ahí cuando te das cuenta que las dos toneladas de sangre, que repito que para mí son muchas más, están totalmente desperdiciadas.
El desenlace ya es para darle de comer aparte. Es un completo despropósito. Está bien que te intenten dejar con la boca abierta hasta el último minuto, pero no todo vale. He de reconocer que a mí el final me hizo hasta gracia. Pero es que la desfachatez y la poca vergüenza me molan. Soy así.
“Project Wolf Hunting” te deja esa sensación de lo que podía haber sido y no fue. Tenía mimbres para ser uno de los grandes títulos de acción del año y solo cumple con el expediente. No pasa nada. Yo cuando le daba las notas a mi padre siempre le decía que ojalá pudiera darle muchos excelentes, pero que se debía conformar con los aprobados raspados. A él eso le parecía suficiente. Pues lo mismo me pasa a mí con el resultado final de “Project Wolf Hunting”.