Crónica del Festival de Sitges 2020 (IV)

El menú de nuestra cuarta entrega de la crónica de Sitges 2020 está formado por tres títulos de terror que aunque no son redondos del todo tienen suficientes puntos de interés como para ser destacados.

“Morgue”

Decían en la presentación de “Morgue” que esta era la segunda película paraguaya que llegaba a España en los últimos 25 años, lo que venía a ser debido a la modestia de medios de la cinematografía de Paraguay. “Morgue” ha logrado cruzar fronteras y no solo se ha visto ya en muchos países del mundo, sino que además ha sido tan bien valorada que los americanos ya han puesto en marcha su remake.

Una vez vista uno no entiende a que viene tanta alegría. Argumentalmente no ofrece nada nuevo, siendo su historia un compendio de ideas ya vistas en películas como “El vigilante nocturno” y “La autopsia de Jane Doe”. Luego estaría su preocupante falta de ritmo. “Morgue” solo dura 80 minutos, pero se hace larga. Muy larga. Entonces ¿de dónde viene su buena prensa? Pues que cuando quiere dar miedo lo consigue. O por lo menos en su mayoría de veces. En momentos dados logra crear la suficiente tensión como para que los sustos que va produciendo logren su efecto. Lo que pasa es que esto está prácticamente condensado todo en su parte final, cuando el mal causado por su bajo ritmo ya está hecho y el terror que propone no sea ya tan efectivo. Pero repito, miedo logra dar.

Otro hándicap son sus actuaciones. Ni uno de sus actores está mínimamente creíble, lo que también perjudica al resultado. ¿Es “Morgue pues una película prescindible? A mí entender lo es. Pero tampoco pasa nada por echarle un vistazo porque, y vuelvo a decir, cuando quiere dar miedo lo consigue y eso no muchas películas lo pueden decir. Y el hecho de venir de una cinematografía tan exótica y desconocida es un plus para darle una oportunidad.

“The night”

“The night” no ofrece nada nuevo y ni falta que le hace para obtener un buen resultado. Estamos ante una historia ya vista, pero que consigue ser muy efectiva. Un matrimonio con su bebé decide pasar la noche en un hotel en el que no tardaran en pasar sucesos extraños y terroríficos.

La película de Kourosh Ahari se mueve por terrenos ampliamente conocidos y a pesar de eso consigue atrapar al espectador desde ya su magnífico prólogo. Una vez en materia, la película tiene tres o cuatro golpes de efecto que funcionan a la perfección haciendo crecer la tensión bastantes niveles. Y miedo da también gracias a unos cuantos momentos bastante afortunados en su propósito de asustar. Además, su final es de los que no dejan indiferente. A mí este tipo de propuestas ya me valen. Entretiene y da miedo en mayor o menor medida. ¿Qué más se le puede pedir a una película de terror?

“Sea fever”

Vendían a “Sea fever” como un “Alien” o “La cosa” pero en el mar. Eso vendría a ser algo así como “Leviathan” o “Profundidad seis”, pero a la hora de la verdad es muy diferente a estos dos títulos. Lo que sí es cierto es que la película tiene ecos de los títulos de Ridley Scott y John Carpenter, además también de «Abyss», plasmados en varios homenajes, pero tiene entidad propia.

La tripulación de un barco es atacada por un extraño ser y sufren un contagio que irá acabando con sus vidas una a una. Aquí el drama es saber quién está contagiado y en los intentos de la tripulación por deshacerse de la criatura que está enganchada a la embarcación y que les sigue contagiando. Otro dato de interés radica en los enfrentamientos que van teniendo los sobrevivientes entre ellos. En un reflejo de la situación que está viviendo el mundo actualmente veremos como una de las mayores peleas empezará cuando el único miembro con conocimientos biológicos dice que, aunque logren llegar a puerto deberán permanecer en cuarentena, ya que no se sabe si podrían contagiar a más gente. Evidentemente, el resto esto de permanecer encerrados no les gustará lo más mínimo.

“Sea fever” es una película entretenida, interesante, bien interpretada y que no escatima con el gore. Para mí, ya solo por eso, es merecedora de un aprobado alto.

Y hasta aquí la cuarta entrega de la crónica de Sitges 2020.