Tercera entrega de la crónica de Sitges 2020 escrita en pleno síndrome de abstinencia festivalero. Hoy hablaremos de dos películas de terror y cerraremos la crónica con una comedia de uno de los habituales del certamen.
“Post Mortem”
La sorpresa llegó desde Hungría. Un escalofriante relato de terror acerca de un fotógrafo post mortem durante los días posteriores a la Primera Guerra Mundial.
Tomás es un excombatiente que tuvo una experiencia cercana a la muerte. Ahora se gana la vida como fotógrafo de difuntos. Un día conoce a una niña a la que él reconoce como su salvadora sobrenatural. Ella le invita a ir a su pueblo que ha sido asolado por la gripe española. Lo que en principio tenía que ser otro trabajo fotográfico para Tomás acabará convirtiéndose en algo más terrorífico cuando los fantasmas de los fallecidos empiecen a hacer de las suyas.
“Post Mortem” triunfa al lograr crear una atmosfera de lo más macabra y escalofriante. Las apariciones de los fantasmas, muy deudoras de las sagas “Insidious” y “Expediente Warren”, son realmente aterradoras. La gran originalidad de la película es que sus protagonistas no tienen que hacer frente a una casa encantada sino a todo un pueblo presa de un embrujo. Al final tal vez “Post Mortem” peque de repetitiva, pero eso no evita que estemos ante uno de los mejores títulos europeos de terror de los últimos años.
“Cosmogonie”
“Cosmogonie” tiene una gran primera mitad que nos hace pensar que podemos estar ante un titulo de referencia, pero por desgracia su segunda parte decide ser más convencional, que no tiene porque ser malo, y hace que se te quede un sabor agridulce.
La película empieza con una chica siendo acosada y secuestrada. Cuando todo hace pensar que va a ser llevada a un lugar en el que va a ser torturada, parece ser que para ser grabada para una snuff movie, la película hace un giro radical y se transforma en un survival de manual. Ojo, porque a pesar de que “Cosmogonie” aquí pega un pequeño bajón de calidad, lo que hace en compensación es aumentar un 100% su locura y su violencia. El desenlace es puro delirio.
Personalmente lamento que “Cosmogonie” no siga durante todo su metraje por los derroteros que marcaba en su primera mitad. Aun así, el resultado es más que satisfactorio. De hecho, por momentos es casi notable. Y su segunda mitad, que es la que baja el nivel, nos ofrece varios momentos dignos de ser recordados, ojito a la escena en la que el secuestrador se encuentra a una madre y un hijo de acampada, gracias a su exquisita violencia.
“Mandibules”
Quentin Dupieux es una apuesta segura. Fiel a su cita anual con el Festival de Sitges, el realizador galo nos deleitó con otra de sus maravillosas comedias absurdas.
Aquí la cosa va de dos amigos, que no tienen muchas luces precisamente, que deciden amaestrar a una mosca gigante que se encuentran en el maletero del coche para llevar a cabo planes como robar bancos. A partir de aquí la cosa aún se volverá más hilarante cuando se encuentren a unas chicas que confundirán a uno de ellos con otra persona.
Puro delirio. “Mandibules” llenó de carcajadas el Auditori. Es cierto que los asistentes ya íbamos totalmente entregados a Dupieux, pero no es menos cierto que el director nos regaló una película redonda, otra más, demostrando que no hay nadie como él que practique mejor el humor absurdo.
A destacar su pareja protagonista, Grégoire Ludig y David Marsais, que se alzaron con el premio de mejor interpretación masculina del festival. Totalmente merecido, ya que era imposible decantarse por darle el premio solo a uno de los dos. También cabe destacar a Adèle Exarchopoulos, que está brillante como uno chica que solo puede comunicarse a gritos debido a un accidente.
“Mandibules” es maravillosa y caló de tal manera en el público que era habitual ver a los que habían asistido a alguna de las proyecciones dedicarle un “Toro” a alguno de sus compañeros.
Y hasta aquí la tercera entrega de la crónica de Sitges 2020.