Al límite de lo legal: Quimicefa

Viejunos, dejadme que hoy os hable sobre uno de los juguetes más peligrosos, alegales y divertidos de mi infancia: el Quimicefa. Para los (pocos) que no sepáis que era esto, o que hayáis caído por casualidad en este artículo y conservéis aún algo de juventud, os diré que Quimicefa era un compendio de productos químicos que se acompañaba de un libro de instrucciones y que te permitía hacer, en el salón de tu casa o en tu habitación, toda una serie de experimentos, más o menos científicos para disfrute propio o del personal. Desde la empresa Cefa, y a través de la publicidad del producto, siempre se insistía en la inocuidad de los productos que se incluían, y que todos las actividades que se planteaban eran totalmente seguras y no entrañaban ningún tipo de riesgo para los imberbes aprendices de científico que las llevasen a cabo.

A priori todo muy bonito. Pero…. ¿Cómo podía ser seguro un kit que incluía de serie un quemador de mecha que se tenía que recargar con alcohol? ¿Cómo se podía decir que, por ejemplo, jugar con el cloruro amónico era algo que no implicaba ningún riesgo?

Sacado de wikipedia: «Los efectos secundarios van desde cefalea, confusión, letargo, hiperventilación, bradicardia, irritación gástrica, vómitos, sed, diarrea, anorexia, glucosuria, hipocalemia, tetania, hiponatremia.»

Recuerdo especialmente un experimento que analizándolo hoy en día podemos deducir que estaba ideado para realizar un control de natalidad extremo aniquilando a familias enteras por inhalación de gases tóxicos. Consistía en fundir azufre en polvo (sí sí, estáis leyendo bien) y una vez en estado líquido verterlo sobre una moneda. Con eso, si sobrevivías a la nube tóxica, lograbas el negativo de la moneda grabado en plástico. Las consecuencias de respirar azufre en estado gaseoso pueden ser muy graves, incluso en algunas situaciones mortales. Por suerte yo puedo decir que lo hice y tanto mi familia como yo sobrevivimos.

Pero claro, yo no me podía quedar con lo que me explicaban en las instrucciones (como todo el mundo supongo) y el peligro real de Quimicefa era cuando se despertaban tus instintos de investigador y empezabas a mezclar cosas sin ton ni son a ver que pasaba. Y aquí llega mi gran experiencia…

Todo preparado para mi gran aventura…

Recuerdo que era una tarde después de una comida familiar y yo debía tener unos… no se, 11 años aproximadamente, quizá menos. Total, que me dediqué a recolectar todo lo que pude de los restos de la comida como por ejemplo botellines de cerveza con su resto caliente en el fondo, algún que otro líquido alcohólico que puede recolectar, incluso creo que alguna colilla de cigarro. Tenéis que entenderme, era mi gran día, el día en el que iba a pasar a la historia por hacer un descubrimiento químico que cambiaría la manera como entendemos el mundo. No contento con eso me dediqué a coger algunas cosas más de mi hermana como purpurina, algo de plastelina, etc.. Y con todo me encerré en mi habitación. Había llegado el momento.

Y lo hice, si amiguitos y amiguitas, viejunos y viejunas, lo mezclé absolutamente todo, lo que había recogido por la casa y todos los productos que se incluían en el juego Quimicefa… El resultado fue un liquido marronoso que brillaba al contacto con la luz gracias a la purpurina que incorporaba… lo miré, y emulando a uno de mis supervillanos favoritos de la época, ingerí el mejunje como lo habría hecho el doctor Curt Connors. Noté como el líquido, de un sabor entre ácido y amargo, se colaba por mi garganta y llegaba a mi estómago. Ahora solo faltaba esperar y ver que fantásticas maravillas se producían en mi cuerpo. Y así lo hice.

Al principio no pasó nada, al cabo de un rato tampoco, horas más tarde menos. Había fracasado. Llegó la hora de cenar y finalmente me fui a la cama decepcionado y fracasado pero con el objetivo claro de mejorar la formula. ¿Qué me había dejado? ¿Seguro que había metido todos los componentes del juego en la mezcla? Poco a poco fui cayendo en un profundo sueño del que me desperté a las pocas horas… Y el milagro había ocurrido, el efecto de mi experimento había llegado. ¡Sí! ¡Lo había logrado!… Estaba a 40 de fiebre y con unas manchas rojas por todo el cuerpo muy parecidas a estas:

Como os podéis imaginar mis padres me tuvieron que llevar de urgencias de manera inmediata a Sant Joan de Déu (el hospital infantil más importante de Barcelona) donde me diagnosticaron una alergia grave a algo que había ingerido. Me trataron con antihistamínicos y a las pocas horas ya estaba bien. Pero yo solo tenía una cosa en mente… salvaguardar el resto de mi experimento, al que de una manera muy sabia bauticé como el «Virus Manchus» (un prodigio del «naming», ya lo se, no hace falta que me lo digáis). Al día siguiente sellé el tubo de ensayo donde lo guardaba y lo puse a buen recaudo. Había descubierto una gran arma que me podría ayudar a derrotar a mis enemigos si en algún momento decidía que tenia que dominar el mundo.

Tiempo después les confesé todo a mis padres y quisieron que me deshiciese de mi arma secreta. Les mentí, les dije que la había lanzado por el lavabo, y la seguí conservando. Y quién sabe viejunos, de esto hace mucho tiempo, pero… quizá aún tenga en mis manos el «Virus Manchus» y quizá ha llegado el momento, no se, me lo estoy pensado… quizá ha llegado el día en el que tenga que empezar mi conquista del mundo.

Estad tranquilos, los lectores de Retro Mememories tendréis un trato preferencial, os dejaré ser mis esbirros viejunos.

Por si las moscas, seguid tomando la medicación y si veis en las noticias que una extraña reacción en la piel empieza a afectar de manera masiva a políticos y banqueros guardadme el secreto, os lo sabré recompensar.