La relatividad del espacio y del tiempo es algo que muchas veces nos la trae totalmente al pairo pero en cambio, si nos lo planteásemos un poquito, no daríamos cuenta de que dicha relatividad (o realidad) de los preceptos espacio-temporales influye en lo que somos, lo que vivimos y lo que hemos vivido de una manera dramática. Yo estoy bastante agradecido del espacio y del tiempo que me han tocado vivir. Vale, quizá tengo ese resquemor en mi interior que me hace anhelar el saber qué y cómo será el planeta tierra y la sociedad humana de aquí a dos, tres o cinco mil años (si es que siguen existiendo), pero soy consciente que haber nacido en, por ejemplo, el Egipto de hace 4000 años siendo un esclavo no me habría aportado la riqueza vital que haberlo hecho en occidente a finales del siglo XX ha hecho.
Seguro que os estaréis preguntando: «¿Y todo este rollo que nos está metiendo este tío para qué cojones sirve?» Bueno pues para dos buenas razones. Primera. Me gusta realizar introducciones más o menos enrevesadas para despistar al lector poco ducho en compresión lectora para que se auto-descarten del post. Así que si has llegado hasta aquí eres de esos lectores viejunos a la par que cultos que nos interesan en Retro Memories. Y segunda, para haceros ver la suerte que tuvimos de existir en el momento en el que la teletienda llegó a nuestras pantallas. Sí, lo sé, lo que nos quisieron vender (y todavía lo intentan) eran cachivaches mal diseñados, peor construidos y de utilidad nula, pero su magia no estaba ahí. La maravilla y la gracia estaba en el cómo nos los quisieron vender. Sin saberlo asistimos a la explosión de un género televisivo que había nacido en EEUU hacia 1984 y que revolucionó nuestros televisores de una manera que jamás habíamos podido imaginar. La teletienda fue la evolución lógica, la adaptación a los nuevos tiempos de los míticos timos de Promociones Mundiales, una adaptación que llevó el engaño de lo que nos querían vender del lenguaje escrito al lenguaje audio-visual. La teletienda llegó, arrasó y todavía nos quiere vender bazofia.
Hoy vamos a repasar cuáles fueron las primeras mierdas que unos actores estadounidenses de tercera categoría, mal doblados al castellano (en mi caso al catalán), quisieron vendernos haciéndonos descolgar nuestros teléfonos fijos y reclamando a alguna anónima operadora que nos hiciese llegar el pedido lo más raudo y veloz posible a nuestros hogares. La teletienda generó nuevas necesidades que ni sabíamos que podíamos llegar a tener a través de inventos zafios, feos e inútiles. Empecemos por el principio…
Pump-n-Seal
Este es el primer anuncio de teletienda como tal que recuerdo haber visto. El impacto que causó en su momento (a principios de los 90 del siglo XX) fue mayúsculo. Recuerdo que lo emitían a las tantas de la noche en TV3 y de inmediato hizo furor, de hecho, la palabra “pampansil” fue incorporada muy rápidamente al vocabulario de la época y los medios y las tertulias de amigos se llenaron de bromas y coñas referentes al trasto de marras. En teoría con el “Pump-n-Seal” podíamos reconvertir cualquier bote, lata o utensilio con tapa en un recipiente totalmente hermético y conservar al vacío dentro de él cualquier alimento. Con esto se conseguía que el producto alimenticio se pudiese conservar durante mucho tiempo ya que estaba en una atmósfera libre de aire y por ende libre de cualquier bacteria o elemento extraño que lo pudiese estropear. Para conseguir el vacío dentro del recipiente el proceso era:
- Agujerear la tapa.
- Poner una especie de celo que hacía de membrana que dejaba salir el aire pero éste no volviese a entrar.
- Colocar la bomba de vació encima y empezar a bombear.
Y aquí estaba la gran gracia del anuncio: ¿Qué hacia aquel tipo con gafas de empollón simulando una masturbación por televisión? ¿Era legal aquello? Creo firmemente que gran parte del éxito de la campaña (que no de las ventas) del “Pump-n-seal” se debió al cachondeo que se generó gracias a aquel ridículo movimiento. Todos los pajeros del mundo nos vimos representados por primera vez en televisión por un héroe anónimo que hacía de manera pública y sin reparos lo que todos nosotros hacíamos en la intimidad de nuestro lugar más escondido. ¡Gracias “Pump-n-Seal”! Gracias a ti empecé a entender que no me iba a quedar ciego por culpa de mis pecados relacionados con un tema de auto-ayuda.
Por desgracia no he podido encontrar los videos doblados de ninguno de los productos sobres los que hoy hablaré así que os tendréis que conformar viéndolo en versión original que, cuestiones lingüísticas aparte, también proporciona momentos gozosos:
Una última cosa: ¿Os quedasteis con las ganas de comprar un “Pump-n-Seal”? ¿Sí? ¿De verdad? Pues tengo buenas noticias para vosotros: en la web www.pump-n-seal.com lo podéis hacer. Una web rancia y antigua que no se ha renovado desde que se inventó internet y donde podréis admirar las fotos originales que se hicieron para publicitar el producto.
Ab Flex
Tras el trasto inútil para hacer el vacío llegó a nuestras pantallas el trasto inútil para hacer que nuestras abdominales creciesen como setas tras la lluvia. El “Ab Flex” era un trasto que al verlo no daba ningún tipo de confianza. En el anuncio se puede apreciar que el plástico del que estaba hecho era de una calidad ínfima. Cuando veías a los fornidos y musculosos protagonistas presionar el artefacto contra sus tabletas de chocolate tenías la sensación de que el muelle iba a saltar de un momento a otro y les iba a sacar un ojo. No os perdáis el momento de éxtasis de la “actriz” del siguiente video en el minuto 0:17. ¿Incorporaba quizá el “Ab Flex” incorporado algún tipo de estimulador clitoriano no publicitado?
¡Cuánto llegué a odiar el “Ab Flex”! La perfección de los cuerpos que lo anunciaban me irritaba sobremanera. No es que en aquella época yo sufriese algún pequeño problema de sobrepeso, no. Mi madre siempre me decía que lo que me pasaba es que yo era de huesos anchos. Fuera como fuese me asqueaban y atraían a partes iguales. Sabía que yo jamás tendría un vientre plano como aquellos y aquello me frustraba bastante. A parte vendían el “Ab Flex” como un artilugio que servía para perder peso, cosa que era totalmente falsa. No seré yo quien os explique la inutilidad de un trabajo anaeróbico de cara a quemar grasas, pero creedme, con el “Ab Flex” no se podía perder ni un solo gramo de chicha.
Lo único interesante que le recuerdo al “Ab Flex” era su forma ya que parecía una especie de nave espacial sacada de una serie de TV de ciencia ficción de los setenta. Por lo demás era una puta mierda. No hace demasiado encontré uno en una tienda «Cash Converters” y estuve muy a punto de comprarlo para hacerle una disección y grabarlo en video, pero las últimas advertencias de mi santa y paciente mujer sobre el tema de llevar más basura a casa se impusieron a mi impulso “diogenil».
Ginsu 2000 / Slap Chop
Estos dos productos definieron lo que a partir de ese momento fue todo un subgenero dentro del mundo de la teletienda que ha llegado hasta nuestros días: mierdas que sirven para cortar comida. Como si hasta finales del siglo XX nadie nunca hubiese podido cortar carne, pescado o cebollas de manera correcta, de repente empezaron a llegarnos artilugios para hacerlo de mil maneras, formas y combinaciones diferentes. Por un lado teníamos los cuchillos «Ginsu 2000”, vendidos bajo una aura de cultura japonesa y fabricados bajo la más milenaria tradición de la forja de katanas. Como podéis apreciar en el siguiente vídeo eran los cuchillos perfectos en caso de necesitar cortar un zapato por la mitad, algo que, no nos engañemos, todos hemos tenido la imperante necesidad de hacer en algún momento de nuestras vidas (0:20):
Hace unos años tuve la suerte de poder tener entre mis manos un cuchillo “Ginsu 2000”. Antes de dar mi veredicto sólo quiero mentar que mi afición a la cocina me ha llevado a usar algunos cuchillos de altísima calidad de diferentes marcas como, por ejemplo, la japonesa marca “Global”. Puestos en situación, ¿qué puedo decir sobre los cuchillos “Ginsu 2000”? Pues que si alguna vez os ofrecen usar uno no lo hagáis ni borrachos ya que las posibilidades de que os rebanéis un dedo son muy, pero que muy altas. Las hojas son blandas, el mango es de un plástico horroroso y éste y la hoja están totalmente descompensados y desequilibrados. Un peligro. Por cierto, los “Ginsu 2000” se fabricaban en Fremont, Ohio y la palabra “Ginsu” no tiene ningún significado en japonés.
El “Slap Chop” era el cuchillo para los que ni sabían usar un cuchillo ni querían aprender a hacerlo. La vaguería extrema llevada a la cocina. Con “Slap Chop” podías picar, cortar, hacer juliana… y todo con una cuchilla de mierda metida en un plástico con un muelle (¡cuántas maravillas de la teletienda se basan en un puto muelle!). En mi casa, por avatares del destino que serían demasiado largos de desgranar ahora, hubo un “Slap Chop” (pero os prometo que no lo compramos). Funcionó, a medias, una única vez. Sirvió para picar media cebolla y el mecanismo interno de varilla más muelle saltó por los aires al rajarse el plástico que los retenía. Esta fue la corta y para nada intensa relación de un servidor con aquella porquería.
Paint Partner
Para un amateur pintar paredes es una de las tareas domésticas más arduas, difíciles, pesadas y cansadas que existen. Yo mismo he sufrido codo de tenista y varias tendinitis cada vez que lo he intentado hacer, y lo peor de todo es que tras horas y horas de trabajo el resultado normalmente es deplorable. Seguro que si habéis vivido esta situación sabéis que al terminar, el único pensamiento que hay en tu cabeza es el de “La próxima vez pago para que alguien lo haga”. Y llega la próxima vez y vete a saber tú por qué, tu débil mente ha olvidado el sufrimiento de la última vez (debe ser la oxitocina o alguna cosa rara de estas) y un impulso invisible e irrefrenable te lleva de nuevo a la tienda a comprar pintura, rodillos, cubetas, cinta de carrocero, plásticos cubre-ventanas… Y vuelves a fracasar de nuevo.
Y entonces llegó «Paint Partner”, y lo hizo para dar una nueva esperanza a todos aquellos pintores de brocha gorda de tres al cuarto que fallábamos intento tras intento. ¿En qué consistía? Pues de nuevo en una mierda: una esponja pegada a un plástico. Un timo como la copa de un pino. Recuerdo que el anuncio de “Paint Partner” era de los más tendenciosos y con más trolas por minuto. Fijaos en cómo los pinceles y los rodillos que utilizan en las comparaciones prácticamente no tienen pintura. Cada vez que veía el anuncio me daba por gritar: “¡joder, úntalos más cabrón!”. A parte, el anuncio contiene una de las introducciones más delirantes, míticas y cómicas de la historia de la teletienda. Empieza con la imagen de una carreta amish y una voz que reza: “¿Sigue usted viajando en una carreta tirada por caballos?”. Y continua con la grandiosa frase “¿Entonces por qué sigue pintando con un (una puta mierda de) rodillo?”. Comparaciones la mar de lógicas oiga:
El “Paint Partner” incluía en su kit esponjas grandes, pequeñas, medianas, para cantos… un cubeta con una “innovadora” rueda giratoria para quitar el exceso de pintura, y no recuerdo bien bien si regalaban el polo pijo-cutre del pintor protagonista del anuncio pero no me extrañaría un pelo.
Nunca usé uno, pero sea como sea estoy convendido de que todos aquellos que compraron el “Paint Partner” para intentar pintar mejor sus hogares acabaron decepcionados y con el cuerpo dolorido de la misma manera que si hubiesen usado un rodillo tradicional.
Y hasta aquí este escueto artículo de hoy. Si esto fuese un anuncio de teletienda sería el momento en el cual una voz en off diría “¡Pero aún hay más!” y añadiría alguna que otra mierda a la oferta original. Per no, esto no es la teletienda ni nada que se le parezca, este es el mejor blog viejuno del internet entero y aquí sólo vendemos cosas de calidad en forma de artículos y posts.
¿Comprasteis alguna porquería de las que os he hablado hoy? ¿Recordáis algún otro producto mierdoso de los inicios de la teletienda?
Tomad la medicación…