Entrevista al señor que regalaba droga a la puerta de los colegios.

Si hay una persona que tod@s los que fuimos niñ@s en los ochenta estuvimos contentos de conocer esa fue sin duda alguna nuestro invitado de hoy. Durante la década de los 80 fue una presencia habitual en la puerta de todos los colegios de España, pero con la misma facilidad que le descubrimos, le perdimos la pista. Hoy vive alejado de la vida publica pero ha aceptado conceder una entrevista, en exclusiva mundial, a Retro Memories.

Es un orgullo para nosotros dar la bienvenida a nuestro humilde blog a: El señor que regalaba droga a la puerta de los colegios.

Antes que nada agradecerte que nos hayas querido atender.

No, gracias a vosotros por acordaros de mi.

La primera pregunta es lógica ¿Qué te llevó a regalar droga a la puerta de los negocios?

Siempre pensé, como luego se demostró, que las drogas eran algo más que una moda pasajera, así que decidí liarme la manta a la cabeza y crear mi propio negociete para yonkis. El mayor handicap con el que me encontré fui yo mismo. Verás el público potencial para mi producto estaba en los ambientes sórdidos o en los lugares de fiesta, como bares nocturnos y discotecas, y yo tengo dos grandes problemas: Por un lado, soy muy asustadizo, así que el hecho de frecuentar los bajos fondos no me atraía lo más mínimo. Por otro, soy muy tímido, y eso de ir por los bares y/o discotecas intentando entablar conversación con desconocidos me da mucha vergüenza y jamás me he atrevido a hacerlo. Un buen día, paseando por mi ciudad, vi como una chica repartía álbumes y cromos a la puerta de un colegio y como los niños, como posesos, cogían lo que ella les daba sin mediar palabra. Entonces vi la luz, dar droga a los niños en la puerta de su propio colegio: Es un ambiente sano y nada peligroso y encima no tengo que entablar palabra pues los críos se encargan de todo. La primera dosis sería gratis y luego ellos ya vendrían a pedirme más.

Niño en pleno subidón, tras ingerir drogas proporcionadas por nuestro entrevistado.
Niño en pleno subidón, tras ingerir drogas proporcionadas por nuestro entrevistado.

 ¿Y se puede saber quién te facilitaba la droga a ti?

Eso no te lo puedo decir, porque si se enteran los del Cartel de Medellín que les he delatado,  me matan.

O sea, que fue el Cartel de Medellín.

¿Y tú eso como lo sabes?

Intuición. Volvamos al tema, ¿qué tal le fue el negocio?

Fatal, no te voy a engañar. A ver, que el producto funcionaba, ¿eh? Los chavales que probaron mis drogas se pillaban unos flipes de los guapos, eso te lo aseguro. El error estuvo en mi planificación. Me equivoqué al escoger el “target”. Y es que ¿cómo voy a hacer negocio si mis clientes tienen una paga semanal de 100 pesetas (0,60€)? Claro, los padres, inocentes ellos, les daban 100 pesetas a sus hijos para que se compraran chuches o algún tebeo, pero no pensaron nunca que sus hijos quisieran farlopa, y eso vale pasta. Claro, los niños se me acercaban y me decían (imitando voz de niño): “Señor, ¿me da un sobre de 10 pesetas (0,06€) de aquellos polvitos que me hacen sentir cosas divertidas”? ¡Un sobre de 10 pesetas! ¿Te lo puedes creer? Los tontopollas esos se pensaban que mi droga valía lo mismo que un puñado de sugus, una nube o un puto burmar flax. ¡La había cagado! Tenía los clientes, de hecho miles de clientes, pero estos no tenían ni un duro para comprar mi producto.

Durante un tiempo corrió el rumor que habían caramelos que llevaban droga y calcomanías impregnadas de LSD. ¿Tuviste algo que ver?

A ver, lo de las calcomanías fue una broma puntual que le gasté a mi primo José Luis. El tío estaba dándome el coñazo todo el tiempo con las calcomanías que regalaban con noseque chicles y para que me dejara de molestar decidí untarselas con LSD para ver si el flipe que se pillaba con ellas le quitaba la tontería de encima. No veas como nos reímos. Pero bueno, ya conoces a la gente, todo se magnifica y lo que eran 3 o 4 calcomanías untadas en LSD pasaron a ser miles. ¡Qué alarmista que es la peña, joder! Lo de los caramelos es un bulo, no sé a quien se le ocurrió semejante tontería.

Y su primo José Luis ¿qué pensó de la broma?

Pues no lo sé. Jamás se lo pregunté. Se volvió adicto al LSD y yo con gente así procuro no mezclarme.

José Luis, el primo de nuestro entrevistado, cree que es un robot pianista cuando va colocado con LSD.
José Luis, el primo de nuestro entrevistado, cree que es un robot pianista cuando va colocado con LSD.

¿Y qué fue de ti? En tu momento de mayor popularidad desapareciste.

Mi negocio jamás funcionó, pero si algo puede ir peor, tiende a ir a peor. La historia de los caramelos con droga había calado entre los niños. A mediados de los 80 era normal ver a niños en parques esnifando rayas de Peta Zetas o fumando porros hechos de Palotes. Mis clientes estaban tan ocupados buscando droga en caramelos que ya no me prestaban atención. Eso me deprimió y me vine abajo. Una absurda historia inventada había tenido más éxito que mi iniciativa. Decidí cerrar el negocio y desaparecer de la vida pública.

Foto tomada en 1986, en la que se ve a dos niños buscando restos de droga en sus piruletas.
Foto tomada en 1986, en la que se ve a dos niños buscando restos de droga en sus piruletas.

¿Y qué hiciste?

Busqué un trabajo normal. Allí conocí a una chica con la que me casé y con la que tuve tres hijos.

¿Ella conoce tu pasado?

No, no lo conoce. ¿Sabes lo mejor?

Dime…

Mi mujer siempre les dice a los niños: “Si cuando vais al colegio un señor en la puerta os ofrece algo, no lo cojáis. Es droga”. (Risas)

Veo que el mito perdura. ¿Estás orgulloso?

Sí. Lo que empezó como un modesto trapicheo de drogas ha pasado a formar parte de la cultura popular. En este sentido estoy contento porque demuestra que tanto esfuerzo no ha caído en el olvido.

¿Hay algo que quieras decir a los lectores de Retro Memories?

Solo gracias. Gracias por seguir recordándome después de tantos años. Gracias a todos aquellos que siendo niños se acercaron a mi y aceptaron una papelina de droga sin desconfiar. Quiero que sepan que no les culpo por no poder comprarme más dosis. Y, finalmente, gracias por seguir hablando de mi a sus hijos, sobrinos etc.

Ha sido un placer conversar contigo.

El placer ha sido mutuo.

Y hasta aquí la entrevista. Ahora nos gustaría que compartierais con nosotros vuestras experiencias y/o anécdotas con el entrevistado de hoy. Contadnos, por favor.